"¿Por qué buscar entre los muertos al que vive? No está aquí, ha resucitado" (Lc 24, 5-6).
Introducción
Ayer
domingo 27 de Marzo 2016 a las 05:27 am,
el Papa Francisco presidió la Misa de la Pascua de Resurrección en la Plaza de San Pedro, en Vaticano. El
Pontífice no tuvo homilía puesto que después leyó su Mensaje Pascual e impartió
la tradicional bendición Urbi et Orbi (a la ciudad y al mundo) desde el balcón
central de la Basílica.
En
este mensaje, el, el Pontífice, manifestó que “sólo Dios puede llenar con su amor este vacío, estas
fosas, y hacer que no nos hundamos, y que podamos seguir avanzando juntos hacia
la tierra de la libertad y de la vida”.
El
también repasó algunos de los conflictos que se viven en la actualidad, como
los de Ucrania, Burundi, y Oriente Medio, ofreció su “cercanía a las víctimas del terrorismo, esa
forma ciega y brutal de violencia que no cesa de derramar sangre inocente en
diferentes partes del mundo, como ha ocurrido en los recientes atentados en
Bélgica”, y habló de los cristianos perseguidos.
“Con nuestros hermanos y
hermanas perseguidos por la fe y por su fidelidad al nombre de Cristo, y ante
el mal que parece prevalecer en la vida de tantas personas, volvamos a escuchar
las palabras consoladoras del Señor: No tengáis miedo. ¡Yo he vencido al
mundo!”.
A
continuación, reproducimos el texto completo del mensaje pascual 2016:
Queridos hermanos y
hermanas, ¡Feliz Pascua!
Jesucristo,
encarnación de la misericordia de Dios, ha muerto en cruz por amor, y por amor
ha resucitado. Por eso hoy proclamamos: ¡Jesús es el Señor!
Su
resurrección cumple plenamente la profecía del Salmo: «La misericordia de Dios es eterna»,
su amor es para siempre, nunca muere. Podemos confiar totalmente en él, y le
damos gracias porque ha descendido por nosotros hasta el fondo del abismo.
Ante
las simas espirituales y morales de la humanidad, ante al vacío que se crea en
el corazón y que provoca odio y muerte, solamente una infinita misericordia
puede darnos la salvación. Sólo Dios puede llenar con su amor este vacío, estas
fosas, y hacer que no nos hundamos, y que podamos seguir avanzando juntos hacia
la tierra de la libertad y de la vida.
El
anuncio gozoso de la Pascua: Jesús, el crucificado, «no está aquí, ¡ha resucitado!» (Mt
28,6), nos ofrece la certeza consoladora de que se ha salvado el abismo de la
muerte y, con ello, ha quedado derrotado el luto, el llanto y la angustia (cf.
Ap 21,4). El Señor, que sufrió el abandono de sus discípulos, el peso de una
condena injusta y la vergüenza de una muerte infame, nos hace ahora partícipes
de su vida inmortal, y nos concede su mirada de ternura y compasión hacia los
hambrientos y sedientos, los extranjeros y los encarcelados, los marginados y
descartados, las víctimas del abuso y la violencia. El mundo está lleno de
personas que sufren en el cuerpo y en el espíritu, mientras que las crónicas
diarias están repletas de informes sobre delitos brutales, que a menudo se
cometen en el ámbito doméstico, y de conflictos armados a gran escala que
someten a poblaciones enteras a pruebas indecibles.
Cristo
resucitado indica caminos de esperanza a la querida Siria, un país desgarrado
por un largo conflicto, con su triste rastro de destrucción, muerte, desprecio
por el derecho humanitario y la desintegración de la convivencia civil.
Encomendamos al poder del Señor resucitado las conversaciones en curso, para que,
con la buena voluntad y la cooperación de todos, se puedan recoger frutos de
paz y emprender la construcción una sociedad fraterna, respetuosa de la
dignidad y los derechos de todos los ciudadanos. Que el mensaje de vida,
proclamado por el ángel junto a la piedra removida del sepulcro, aleje la
dureza de nuestro corazón y promueva un intercambio fecundo entre pueblos y
culturas en las zonas de la cuenca del Mediterráneo y de Medio Oriente, en
particular en Irak, Yemen y Libia. Que la imagen del hombre nuevo, que
resplandece en el rostro de Cristo, fomente la convivencia entre israelíes y
palestinos en Tierra Santa, así como la disponibilidad paciente y el compromiso
cotidiano de trabajar en la construcción de los cimientos de una paz justa y
duradera a través de negociaciones directas y sinceras. Que el Señor de la vida
acompañe los esfuerzos para alcanzar una solución definitiva de la guerra en
Ucrania, inspirando y apoyando también las iniciativas de ayuda humanitaria,
incluida la de liberar a las personas detenidas.
Que
el Señor Jesús, nuestra paz (cf. Ef 2,14), que con su resurrección ha vencido
el mal y el pecado, avive en esta fiesta de Pascua nuestra cercanía a las
víctimas del terrorismo, esa forma ciega y brutal de violencia que no cesa de
derramar sangre inocente en diferentes partes del mundo, como ha ocurrido en
los recientes atentados en Bélgica, Turquía, Nigeria, Chad, Camerún y Costa de
Marfil; que lleve a buen término el fermento de esperanza y las perspectivas de
paz en África; pienso, en particular, en Burundi, Mozambique, la República
Democrática del Congo y en el Sudán del Sur, lacerados por tensiones políticas
y sociales.
Dios
ha vencido el egoísmo y la muerte con las armas del amor; su Hijo, Jesús, es la
puerta de la misericordia, abierta de par en par para todos. Que su mensaje
pascual se proyecte cada vez más sobre el pueblo venezolano, en las difíciles
condiciones en las que vive, así como sobre los que tienen en sus manos el
destino del país, para que se trabaje en pos del bien común, buscando formas de
diálogo y colaboración entre todos. Y que se promueva en todo lugar la cultura
del encuentro, la justicia y el respeto recíproco, lo único que puede asegurar
el bienestar espiritual y material de los ciudadanos.
El
Cristo resucitado, anuncio de vida para toda la humanidad que reverbera a
través de los siglos, nos invita a no olvidar a los hombres y las mujeres en
camino para buscar un futuro mejor. Son una muchedumbre cada vez más grande de
emigrantes y refugiados —incluyendo muchos niños— que huyen de la guerra, el
hambre, la pobreza y la injusticia social. Estos hermanos y hermanas nuestros,
encuentran demasiado a menudo en su recorrido la muerte o, en todo caso, el
rechazo de quienes podrían ofrecerles hospitalidad y ayuda.
Que
la cita de la próxima Cumbre Mundial Humanitaria no deje de poner en el centro
a la persona humana, con su dignidad, y desarrollar políticas capaces de
asistir y proteger a las víctimas de conflictos y otras situaciones de
emergencia, especialmente a los más vulnerables y los que son perseguidos por
motivos étnicos y religiosos.
Que,
en este día glorioso, «goce también la tierra, inundada de tanta claridad» (Pregón pascual), aunque sea tan maltratada y
vilipendiada por una explotación ávida de ganancias, que altera el equilibrio
de la naturaleza. Pienso en particular a las zonas afectadas por los efectos
del cambio climático, que en ocasiones provoca sequía o inundaciones, con las
consiguientes crisis alimentarias en diferentes partes del planeta.
Con
nuestros hermanos y hermanas perseguidos por la fe y por su fidelidad al nombre
de Cristo, y ante el mal que parece prevalecer en la vida de tantas personas,
volvamos a escuchar las palabras consoladoras del Señor: «No tengáis miedo. ¡Yo he vencido al mundo!»
(Jn 16,33). Hoy es el día brillante de esta victoria, porque Cristo ha
derrotado a la muerte y su resurrección ha hecho resplandecer la vida y la
inmortalidad (cf. 2 Tm 1,10). «Nos sacó de la esclavitud a la libertad, de la tristeza a
la alegría, del luto a la celebración, de la oscuridad a la luz, de la
servidumbre a la redención. Por eso decimos ante él: ¡Aleluya!» (Melitón de Sardes, Homilía Pascual).
A
quienes en nuestras sociedades han perdido toda esperanza y el gusto de vivir,
a los ancianos abrumados que en la soledad sienten perder vigor, a los jóvenes
a quienes parece faltarles el futuro, a todos dirijo una vez más las palabras
del Señor resucitado: «Mira, hago nuevas todas las cosas... al que tenga sed yo le
daré de la fuente del agua de la vida gratuitamente» (Ap 21,5-6). Que este mensaje consolador de Jesús nos
ayude a todos nosotros a reanudar con mayor vigor la construcción de caminos de
reconciliación con Dios y con los hermanos.
¡¡¡Feliz pascua de Resurrección!!!
Source: ACIprensa
Gabriel A. Salgado P.