Jesús y el Centurión
Hermanos y amigos: Sinceramente creo que una de las frases de la escritura que mejor puede reflejar nuestra realidad frente a la magnificencia de Dios es saber que no somos dignos de que el venga a morar a nuestras vidas, pero que una sola de sus palabras sería suficiente para transformar toda nuestra existencia. Esa es la palabra que hoy vamos a compartir. Una frase que es el perfecto resumen de la vida de todo hombre y mujer que vive en esta tierra y que se enfrenta cara a cara con su creador.
En el nombre de mi Señor Jesús, te invito a seguir esta reflexión. La palabra dice así:
“Entrando Jesús en Capernaúm, vino a él un centurión, rogándole, y diciendo: Señor, mi criado está postrado en casa, paralítico, gravemente atormentado. Y Jesús le dijo: Yo iré y le sanaré. Respondió, el centurión y dijo: Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra, y mi criado sanará. Porque también yo soy hombre bajo autoridad, y tengo bajo mis órdenes soldados; y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace. Al oírlo Jesús, se maravilló, y dijo a los que le seguían: De cierto os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe. Y os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham e Isaac y Jacob en el reino de los cielos; mas los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes. Entonces Jesús dijo al centurión: Ve, y como creíste, te sea hecho. Y su criado fue sanado en aquella misma hora.”
Mateo 8,5-13
Introducción:
Lo primero que debemos establecer y dejar en claro es que el centurión formaba parte del todopoderoso Ejército del Imperio Romano. La información que poseemos de este formidable y terrible ejército es abundante y procede de los Escritores latinos como: Tácito, Suetonio, Cicerón, entre otros.
A continuación analizaremos algunos rasgos que caracterizaban al Ejército Romano
Su crueldad
En la escena de la crucifixión de nuestro Señor en el madero de calvario junto a los 2 ladrones, podemos ver con claridad el nivel de crueldad que podían alcanzar estos soldados. Ellos clavan al madero a sus víctimas de una forma inhumana y mientras esperan la muerte horrorosa y lenta de sus sacrificados se divierten echando suertes sobre la ropa del Señor.
Arrojo
Cuando los romanos conquistaron Inglaterra tomaron la decisión de quemar los barcos para no tener la oportunidad de huir, pues la consigna era vencer o morir. ¡Eso se llama arrojo!
Su disciplina
Se dice que el ejército romano actuaba como una verdadera máquina de guerra y todo acto de indisciplina era brutalmente erradicado. Cuando se descubrieron las ruinas de Pompeya que fue sepultada por la erupción del volcán Vesubio en el Año 79 de la Era Cristiana, los arqueólogos descubrieron las estatuas de dos soldados que permanecieron firmes en su puesto de guardia y murieron cumpliendo con su deber.
O el caso en que un soldado fue descubierto ebrio en su guardia, sus superiores ordenaron darle de beber a la fuerza grandes cantidades de vino y luego ordenaron rasgarle con una espada el vientre, lo que provocó que sus vísceras se esparcieran con un mínimo corte. Todo para que la disciplina nunca fuera alterada.
El centurión de nuestra historia vivía en medio de este clima y podríamos decir, sin temor a equivocarnos, que no se diferencia del resto de sus compañeros soldados. Muy por el contrario, en ese ambiente de arrojo, disciplina y crueldad había que destacarse para llegar a ser un Centurión ya que a su cargo tenía 100 hombres preparados y dispuesto a todo. Sin embargo, al leer lo que la Biblia dice acerca de la conducta de este hombre llegamos a la conclusión de que no podemos condenar a todos los seres humanos por la conducta generalizada de la mayoría.
Sin embargo, la reacción de este hombre echa por tierra lo que se llama sofisma de observación incompleta. Se le llama sofisma a la manera equivocada de razonar como por ejemplo cuando generalizamos respecto a la conducta de un indivíduo perteneciente a un conglomerado traspasando una conducta particular a todos los miembros de su organización. Por ejemplo cuando decimos:
• Todos los policías son corruptos.
• Todos los abogados son sinvergüenzas.
• Todos los iraquíes son terroristas.
• Todas las mujeres son iguales.
El ejemplo del Centurión nos enseña que un individuo tiene la capacidad de proceder diferente del resto de los demás. Que ser parte de un grupo, no necesariamente te hace igual al resto.
¿Qué nos enseña este hombre?
I. Sensibilidad social
Este pasaje pertenece al tiempo de la esclavitud cuando la vida de un esclavo estaba a nivel de la vida animal. Lo común hubiera sido despedir al siervo enfermo y reemplazarlo por una más joven y fuerte, pero no procedió así este Centurión porque su corazón estaba lleno de sensibilidad social; es decir, no miró a su prójimo como un animal de carga, sino como un ser humano a quien ayudar en su necesidad.
• El verso 2 dice que el centurión amaba mucho a su siervo.
• Mostró preocupación y sensibilidad por el siervo enfermo porque el mismo se presentó ante Jesús.
II. Sensibilidad de Espiritu (vs. 6)
Lo que pensaba de sí mismo.
Verso 6 pues no soy digno de que entres bajo mi techo.
Este hombre conmueve al hijo de Dios porque hizo lo que Jesús dijo en el Sermón del Monte (Mateo 5:3): Bienaventurados los pobres en espíritu porque de ellos es el reino de los cielos.
• Este hombre hizo lo que mas tarde haría el arrepentido malhechor de la cruz, al exclamar: Nosotros a la verdad, padecemos lo que merecieron nuestros hechos.
• Su sensibilidad espiritual gozó de la bendición de Dios porque la Biblia dice: al corazón contrito y humillado no despreciaras tú, oh Dios.
Querido amigos y hermanos, el camino de nuestra salvación comienza cuando reconocemos nuestra miseria espiritual. Cuando tenemos un concepto real de nuestra situación espiritual estamos dando el paso inicial y correcto para alcanzar la vida en armonía que el creador pensó desde antes de nuestra concepción para cada uno de nosotros.
Los católicos poseemos una gran riqueza, instituida por el mismo Jesús y que otras denominaciones cristianas han perdido. Esta riqueza es el Sacramento de la Reconciliación. Cuanta sanación espiritual y del alma en este sacramento y cuantos millones de católicos no utilizamos esta fuente de liberación.
Cuando arrepentidos nos confesamos al Señor, El, que es rico en misericordia, por boca del sacerdote nos entrega su perdón. Cuanta paz trae al alma escuchar “En el nombre de Jesús te quedan perdonados todos tus pecados”
El centurión sabía que en su vida había muchos eventos que lo hacían indigno de recibir los favores del Señor. Muertes, abusos de poder, violencia, todo ello propio del cargo que desempeñaba y por la permanente situación de guerra en que vivía. Mas el, sin tratar de ocultar su realidad reconoce ante Jesús su indignidad y lo inmerecido de estar ante su presencia, pero inmediatamente, también reconoce el poder y la autoridad absoluta que tiene Jesús y por ello le dice con convicción “Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra, y mi criado sanará”. Estas palabras están llenas de fé y confianza en la misericordia y el poder de Jesús.
• Fe en Jesús: el centurión se sabe pecador y no lo oculta, pero también sabe que ese Jesús, al que acude buscando socorro, tiene la potestad para anular su vida pasada y la potestad para realizar las cualquier prodigio.
• Confianza en la misericordia de Jesús: (Miser: miserable, desdichado. Cordis: corazón. / capacidad de sentir la desdicha de los demás) El centurión sabe en lo profundo de su corazón que el hombre que tiene frente a El, no se negará ante su petición . Sabe que ese hombre es sensible al dolor humano, ha escuchado durante bastante tiempo que ese hombre que le mira no es indiferente a las miserias que aquejan a los seres humanos. Por ello se cruza confiado en su camino y le pide su ayuda.
Hermano, amigo, yo no sé en qué condición se encuentra tu corazón el día de hoy. No sé como anda tu vida, pero de lo que estoy seguro es que si necesitas urgente la ayuda de Dios en tu existir el sabrá recibirte y cobijarte entre sus brazos amorosos para entregarte la paz y la y la buena vida que tú necesitas. El único requisito es que reconozcas ante su presencia la pobreza que existe en tu corazón y confiado le pidas su ayuda.
Si la soledad está tocando a tu puerta, si la enfermedad se ha transformado en tu indeseable compañera, si los problemas económicos te tienen agobiado, si la muerte ha llegado y te ha arrebatado a quién más querías, si la vida que llevas hasta hoy está llena de vicios y pecados, si sientes que ya no hay siquiera 1 razón para seguir viviendo, entonces te motivo a que des el paso de fe que el Centurión dio hace un tiempo atrás y habla con Jesús. Cierra tus ojos y dile:
“Señor Jesús: Sé muy bien que no soy digno que tú escuches mi oración, más también sé que tú eres un Rey de gran misericordia que no rechaza al hombre que viene con un corazón sincero a tu presencia.
Es por ello que en este momento vengo a pedirte que perdones mis pecados y te ruego que vengas a vivir a mi corazón. Señor, mi vida necesita un cambio radical que sólo tú puedes obrar en mi existir.
Ven Jesús, ayúdame Jesús, te necesito Señor”.
Amén
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