Hace un tiempo atrás fui al médico por unas manchas al
interior de mi brazo derecho que me producían mucha picazón. El médico me
diagnosticó "liquen plano". Esta Enfermedad Autoinmune (Nadie me la
contagió, ni la puedo contagiar a nadie). Es una suerte de alergia que afecta
al 1 por ciento de la población y yo salí premiado.
Buscando alivio, con sorpresa me enteré que no existe
tratamiento claro para ella en la medicina formal y con el fin de encontrarle
alivio me aconsejaron realizar un tratamiento homeopático. Entonces, con esta
esperanza, fui donde un homeópata quién me dijo que efectivamente tenía la cura
para mi enfermedad y que era cosa de decidirme. ¿Quién no quiere sanarse de una
dolencia?, por ello le dije que bueno, pero de pronto me acordé algo que había
escuchado tiempo atrás respecto a esta práctica y decidí indagar un poco más
sobre ella.
Lo que realmente me interesaba saber era la opinión de mi
Padre celestial respecto a esta ciencia y descubrí algo que quiero compartir
con ustedes...
En
el mundo que conocemos el experimento más sencillo nos enseña que diluyendo un
colorante nunca se obtiene un color más intenso. Tampoco sucede que al añadir
menos azúcar al café se vuelva más dulce y sabroso. ¡Ojalá fuese así! Esto lo
saben muy bien, desafortunadamente, todos aquellos diabéticos que llevan una
dieta limitada en glucosa y sus derivados. Este principio tan intuitivo parece
caer en el olvido cuando se habla de la panacea esperanzadora del siglo: la
homeopatía. Son millones de hombres, mujeres y niños que confían en estas
prácticas, y no podemos imaginarnos la cantidad de médicos que utilizan esta
homeopatía como filosofía de vida. Existen también todas las farmacias, mejor
dicho, para-farmacias, que añadieron el término “homeopáticas” en sus letreros,
y numerosos hospitales denominados “homeopáticos”.
En Italia en 1998 se
contaban más de 6.000 médicos homeópatas y más de 4 millones de personas que
utilizaban estos recursos (Diario italiano “Il Giornale”, 5 de diciembre de
1998). Actualmente uno de cuatro italianos utiliza la homeopatía. Una comisión
gubernativa de Australia concluía así su investigación sobre las llamadas
“terapias homeopáticas”: “no existe ni un solo ejemplo en toda el área de la
farmacología en el cual una sencilla dilución de un medicamento pueda inducir
un aumento de la respuesta del mismo” (cf. Branson Hopkins, Homeopathy-some
things are not what they seem, Jubilee-Wellington, New Zeland, p.13).
Se podría
irónicamente decir: ¡ojalá estos productos llevaran consigo algo del
medicamento! Es importante distinguir la homeopatía de la medicina natural. La
medicina natural está basada en remedios fitoterapéuticos (medicamentos
extraídos de las plantas) y representan el fundamento de la medicina
occidental. Actualmente se denomina “tradicional” (en antítesis a la homeopatía
y a muchas otras denominaciones). La homeopatía es definida, por los mismos que
la practican, como un método terapéutico enraizado en el principio hipocrático
de la “ley de similitud” (similia similibus curantur) oportunamente manipulado.
Cada sustancia, repiten los homeópatas, capaz de provocar síntomas en un sujeto
sano, puede, a dosis muy reducidas, curar aquellos mismos síntomas en un sujeto
enfermo. Si fuese verdaderamente así, no habría ningún problema. El pequeño
inconveniente se encuentra justo en el sentido de “dosis muy reducidas”. Sí,
porque el otro gran descubrimiento de la “ciencia” homeopática es que diluyendo
un principio activo (un medicamento) hasta llegar a tener la certeza
físico-matemática y estadística de no encontrarlo, la solución que queda
conservaría su eficacia terapéutica.
La ciencia nos demuestra que si una
solución es sometida a un suficiente número de diluciones se llegará al tal
punto en el cual no quedará ninguna molécula de esta sustancia en la solución.
Esto se puede deducir racionalmente, incluso utilizando el famoso número de
Avogadro, que establece que en un gramo-molécula están presentes 6 X 10^23
moléculas. Es decir que el número de moléculas presentes en una solución no es
un número infinito y que es posible establecer el número de moléculas de una
determinada sustancia que están presentes en una solución. Cuando el límite
dado por el número de Avogadro es superado, el número de moléculas presentes en
la solución es cero. Puestas estas premisas, se puede pasar a una demostración
formal.
Los que están familiarizados con “recetas” homeopáticas conocen muy
bien la terminología “CH”. Esta sigla se refiere al grado de dilución de la
mezcla de medicamentos prescritos. Pero, ¿a qué corresponde en lenguaje
científico? Aquí se pueden consultar las tablas homeopáticas de conversión. El
límite de Avogadro es superado indudablemente a CH12. Para darse cuenta de esto
consideremos, por ejemplo, un valor de CH22. Esto corresponde a una dilución 1
entre 100.000.000.000.000.000.000.000.000.000 Km3, es decir, usando una imagen,
equivaldría a tener una sola molécula de medicamento en un volumen de agua o de
solución de 73.333,3… billones de veces el volumen de toda el agua contenida en
los océanos del globo terrestre. Y esto simplemente hablando de CH22. La
mayoría de las “recetas” homeopáticas tienen CH100, CH200, etc. No se puede
sostener fácilmente que pueda ser eficaz un remedio que sólo contiene el
equivalente de un mililitro de solución madre diluido en un ideal balón de agua
cuyo diámetro debería ser de 140 años luz, unos 8 minutos la distancia que nos
separa del sol, y sólo se trata del CH60. Todo esto puede justificar las
afirmaciones de eminentes científicos sobre la homeopatía. Presentamos algunos
aquí.
El Prof. Renato Dulbecco, Premio Nobel de Medicina en 1975, define así
los productos homeopáticos: "líos sin valor". Rita Levi Montalcini,
Premio Nobel de Medicina en 1986, considera la homeopatía una "así llamada
terapia" cuyo principal valor es "ilusionar a los pacientes
animándolos a recurrir a una curación que no tiene ningún fundamento
científico”. Entonces, se preguntaba el profesor Silvio Garattini, director del
Instituto de Búsquedas Farmacológicas "Mario Negri" de Milán, “¿qué contienen
aquellas bonitas latas multicolores que se encuentran en las farmacias?” Y se
respondía sencillamente: “contienen todas la misma cosa: ¡nada!" Si desde
el punto de vista de las ciencias “tradicionales” nada de efectivo está, ni
estará presente en estas “medicinas” homeopáticas, nos podríamos entonces
preguntar en qué se fundan las “razones” de los homeópatas. La respuesta quizás
se puede vislumbrar en las palabras mismas del doctor George Vithoulkas, autor
varios libros sobre la homeopatía. Él afirma que en las diluciones de la
homeopatía el efecto curativo no es por un cierto material, sino implica otros
factores, que el autor llama “una energía" (cf. George Vithoulkas,
Homeopathy, The Holistic Health Handbook, Berkeley Holistic Health Center, Berkeley,
Calif., And/OrPress 1978, p. 89).
Aquí llegamos, por fin, a la segunda “ley” de
la homeopatía, la así llamada “dinamización”. Esta consistiría en la presencia,
no científica y comprobable, de los "cuántos de energía" en la
preparación homeopática, incluso no existiendo, por las elevadas diluciones,
una sola molécula del medicamento. Esta supuesta “ley” equivale a una verdadera
concepción mágica de la realidad. Se perfila como la puerta de entrada al
concepto de “energía universal”, característico de las filosofías orientales y
esotéricas. Como bien resumía Mirella Poggialini en un artículo publicado el 26
de septiembre de 1996 en el periódico de la Conferencia Episcopal Italiana
Avvenire (Omeopatia, medicina o magia?): “cuando ya no está presente la materia
que está a la base del remedio, queda, sin embargo, (dicen los homeópatas) el
espíritu del remedio". Para la misma escritora está claro el intento
panteístico, mágico y esotérico del “remedio”, totalmente incompatible con la
fe cristiana. Entonces, "la homeopatía es un método diagnóstico y curativo
basado sobre la ley de los parecidos, es la medicina "de la persona",
no "de los órganos", insisten los homeópatas. Esta definición tan
aproximada está llena de malas informaciones y de medias verdades, construidas
a propósito para convencer a los lectores más desprevenidos. Nadie duda que la
homeopatía no sea la "medicina de los órganos", hay que dudar sin
embargo que pueda ser "la medicina de la persona", sí, porque el
"nada" sólo puede ser la medicina de la "nada”. Podríamos citar
las muchísimas publicaciones científicas que destruyen en manera definitiva los
presuntos “fundamentos” de la homeopatía. Se puede consultar, por ejemplo,
todos los estudios de “meta-análisis” comparadas de: Lancet, vol. 350, del 20
de septiembre de 1997, pp. 834-843; Lancet, 341, pp. 1601-06, 1994; Lancet vol.
345, 28 de enero de 1995; British Journal Clinical Pharmacology, n. 27, 1989,
pp.329-335; Lancet, 5 de marzo de 1988, pp.528-529; Lancet, 1° de enero de 1983
pp. 97-98; etc.
La conclusión parece obvia, reconociendo la falta de eficacia
de todas las “terapias” homeopáticas tomadas en consideración, se deduce una
clara indicación para los médicos, sean homeópatas o “tradicionales”. Tal
invitación es que estos remedios no tienen que prescribirse si no se quiere
engañar, en lugar de curar, al paciente. Desde la perspectiva del profesor
Silvio Garattini, director del Instituto de Búsquedas Farmacológicas
"Mario Negri" de Milán, "la homeopatía utilizada mientas que se
está bien o se tienen molestias menores o pasajeras es un simple acto de
creencia o falta de conocimientos científicos. Más grave es el problema del
empleo de los medicamentos homeopáticos para enfermedades graves que pueden, en
muchos casos, mejorar usando los fármacos tradicionales. Estos recursos
homeopáticos pueden llevar a un empeoramiento de la enfermedad hasta el punto
de "no regreso".
El científico advierte que “aún más grave es la
actitud de los padres que utilizan, con la excusa de la libertad de para elegir
las medicinas, los remedios homeopáticos para los niños, perjudicando en varios
casos la salud de ellos”. El profesor Giovanni Federspil, catedrático de
Medicina Interna de la Facultad de Medicina y Cirugía de la Universidad de
Padua, “la práctica médica alternativa de la homeopatía representa uno de los
máximos problemas de la medicina actual que requiere una discusión racional
para aclarar los puntos más equivocados y de tinieblas”. Tomando pie del texto
de la conferencia que el Papa Benedicto XVI iba a pronunciar durante su visita
a la Universidad de Roma "La Sapienza”, el jueves 17 de enero de 2008,
podemos concluir así: “la medicina aunque era considerada más como
"arte" que como ciencia, sin embargo, su inserción en el cosmos de la
universitas significaba claramente que se le situaba en el ámbito de la
racionalidad, que el arte de curar estaba bajo la guía de la razón, liberándola
del ámbito de la magia.
Curar es una tarea que requiere cada vez la razón
simplemente, pero precisamente por eso necesita la conexión entre saber y
poder, necesita pertenecer a la esfera de la ratio”. ¿A qué ratio pertenece la
homeopatía? Por amor a la misma persona humana de cada paciente es importante
volver a la unidad del cuerpo y alma (Gaudium et Spes, n. 14), unidad de racionalidad
y voluntad, a una visión objetiva de la realidad, sin misticismos dañinos, ni
creencias mágicas, peligrosas y destructoras.
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El autor es analista técnico de laboratorio
químico-biológico, doctor en Biotecnología médica por la Facultad de Medicina y
Cirugía de la Universidad de Padua (Italia), se especializó en ontogénesis
viral humana, tecnologías del ADN recombinante. Tiene estudios de filosofía por
el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum de Roma y es miembro del Grupo de
estudio sobre la Neurobioética del mismo Ateneo Preguntas y comentarios a
Alberto Carrara
Taken from: Catholic.net
Original Tittle:¿Homeopáticos u Homeomágicos?
Written by: Alberto Carrara
Source:
Catholic.net
Reproduced by: Gabriel A. Salgado P.
http://es.catholic.net/op/articulos/3288/cat/20/-homeopaticos-u-homeomagicos.html