“En esto consiste el amor: no en que
nosotros hayamos amado a Dios, Sino en que Él nos amó a nosotros, y envió a su
hijo en propiciación por nuestros pecados.” (1° de Juan 4:10).
Cuan difícil es para el ser humano aceptar el propósito Divino y comprender su entrañable amor paternal. Llegar al pleno entendimiento que no hay nada mas bueno y seguro para el creyente que dejarse guiar por EL; seguir sus pasos. Los mandamientos representan muy bien lo que sostengo.
Cuando
comencé este caminar con Jesús, el aspecto que me producía mayor problemática
era la aceptación de los mandamientos. Algo en mi interior se rebelaba a
aceptarlos y muchas personas de mi círculo de amistades, a los que les
planteaba mi pensamiento, se encargaban de reforzar este rechazo a la
obediencia de ellos. La idea que gobernaba mi mente, y la de ellos, era que en
forma arbitraria Dios quería imponerme y obligarme a cumplir con normas de vida
retrógradas, obsoletas y arbitrarias al igual que un tirano.
Tristemente
esa idea está arraigada en lo profundo de la mente y el corazón de muchísimos
cristianos de la actualidad tragándose torpemente el engaño del enemigo, cuando
el único propósito de Dios es que los mandamientos sean una guía que nos eviten
desgracias sufrimiento inútiles en esta vida y el cumplirlos son la mejor forma
de demostrarle nuestro amor con hechos, más que con palabras.
“Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra
guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él. El
que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía,
sino del Padre que me envió.”Jn
14:23,24
La idea que quiero que se te grabe en
la mente y el corazón y que nunca la dejes salir de ahí es que nuestro Dios es
un Dios de amor, nos ama desde lo profundo de su corazón y que nada ni nadie
podrá cambiar eso. Ese amor
ya comenzó aún antes de tu nacer. El personalmente te dice hoy: “Antes
que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te
di por profeta a las naciones”. (Jeremías 1:5).
Todo pensamiento del Padre para con nosotros sus hijos es pensamiento de amor y un anhelo de que tengamos vida plena y feliz. Y si alguna vez estuvimos amarrados por las cadenas de pecado, por su amor fuimos salvados y limpiados de esa esclavitud por esa sangre carmesí del Hijo de Dios, derramada en pago por nuestra libertad en la cruz del calvario.“Aún estando nosotros muertos en pecado, nos dio vida juntamente con Cristo”. (Efesios 2:5), confirmándonos con poder y autoridad al que creyere en Él, “… El que cree en mí, aunque esté muerto vivirá”. (San Juan 11:25).
Todo pensamiento del Padre para con nosotros sus hijos es pensamiento de amor y un anhelo de que tengamos vida plena y feliz. Y si alguna vez estuvimos amarrados por las cadenas de pecado, por su amor fuimos salvados y limpiados de esa esclavitud por esa sangre carmesí del Hijo de Dios, derramada en pago por nuestra libertad en la cruz del calvario.“Aún estando nosotros muertos en pecado, nos dio vida juntamente con Cristo”. (Efesios 2:5), confirmándonos con poder y autoridad al que creyere en Él, “… El que cree en mí, aunque esté muerto vivirá”. (San Juan 11:25).
Gracias
al Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, por su infinita misericordia que nos
hizo pasar de muerte a vida, “Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no
se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se
manifieste, seremos semejantes a Él, porque le veremos tal como Él es”. (1era
de Juan 3:2).
Este cambio espontáneo del creyente le es
una derrota demoledora a Satanás, y sus huestes infernales se ven obligadas a
abrir las puertas y salir para destruir, usando astucia empaña la visión del
creyente haciéndole un cristiano moderno, rebelde y desobediente, le seduce por
un camino equivocado. “Hay camino que parece derecho al hombre,
pero su fin es camino de muerte”. (Proverbios 16:25)
La vida del millones de cristianos en
nuestros días es semejante a la de Israel en el desierto, candente, seca, donde
hubo hambre y sed; pero el ojo poderoso de nuestro Dios estuvo puestos sobre
los suyos durante 4 décadas y la palabra dice:“Los sustentaste cuarenta años en
el desierto; de ninguna cosa tuvieron necesidad; sus vestidos no se
envejecieron; ni se hincharon sus pies”. (Nehemías 9:21).
Sin embargo los cuidados de Dios, el resultado de esa travesía, fue funesto. La dureza de sus corazones los llevó a la incredulidad y parecieron reducidos en poco; hoy cuántos cristianos se encuentran frente a la tormenta de este siglo moderno y muchos son arrastrados por las pasiones y espejismos del mundo.
Sin embargo los cuidados de Dios, el resultado de esa travesía, fue funesto. La dureza de sus corazones los llevó a la incredulidad y parecieron reducidos en poco; hoy cuántos cristianos se encuentran frente a la tormenta de este siglo moderno y muchos son arrastrados por las pasiones y espejismos del mundo.
Dice la Biblia, que solamente entraron
aquellos que creyeron y obedecieron al llamado a poseer Canaán la tierra
preservada para la descendencia de Abraham; y con mucho amor y misericordia nos
dice a nosotros,“…Llamaré pueblo mío al que no era mi pueblo, y a la no amada, amada”.(Romanos
9:25). Y somos llevados por el desierto ardiente rumbo a Canaán celestial
guiados, “Con columna de nube los guiaste de día, y con columna de fuego de
noche, para alumbrarles el camino por donde habían de ir”. (Nehemías
9:12). Gracias Señor por enseñarnos el camino verdadero: “… Yo soy el camino, y la verdad,
y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”. (San Juan 4:16). La
senda es estrecha, escarpada, con muchos espinos, difícil de seguirla; pero la
sombra del Omnipotente Dios de Israel conduce a sus hijos por medio de su
palabra. “…Fiel y verdadera…”. (Apocalipsis 22:6).
Que gozo más grande inunda el alma,
haciéndonos sentir su amor, su victoria redentora que nos sacaron de ese
Egipto, de la esclavitud del pecado; hoy libres por gracia nos llevan a las “Bodas
del Cordero”. (Apocalipsis 19:9). A la patria celestial, para darnos
herencia incorruptible e incontaminada con promesa, “He aquí yo vengo pronto, y mi
galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra”. (Apocalipsis
22:12).
Él nos amó desde el principio y nos
predestinó para algo especial y nos santificó dicen las sagradas escrituras,
dándonos una tarea específica para cada creyente y llevar el bendito evangelio
de Jesucristo el Señor; así sufriendo los procesos grandes decimos: “Antes,
en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquél que nos amó”. (Romanos
8:37).
Él promete darnos victoria, porque el
rescate está pagado a precio de sangre y el te dice mirándote a los ojos: “No
se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, crees también en mí”. (San
Juan 14:1).
Queridos amigos y hermanos, lo que Dios el
Padre busca de nosotros es que andemos en su soberana voluntad, en humildad y
mansedumbre, porque Él reclama de su pueblo estas tres cualidades: obediencia,
fidelidad y responsabilidad.
Es nuestro anhelo que nuestro Dios tenga misericordia de nosotros y nos ayude a terminar victoriosos nuestro caminar por esta vida.
Es nuestro anhelo que nuestro Dios tenga misericordia de nosotros y nos ayude a terminar victoriosos nuestro caminar por esta vida.
Amigo y hermano, déjate guiar por el
Señor, practica el cumplimiento de sus mandatos y verás que la dicha llenará tu
vida
Al Dios que vive y reina por los siglos y
que nos ama entrañablemente, a Él sea la honra, gloria y la alabanza por
siempre.
Amén.