ESTE BLOG FUE PENSADO EXCLUSIVAMENTE PARA DAR ALABANZA A NUESTRO CREADOR,EL DIOS ETERNO,PADRE DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO,POR MEDIO DE VIDEOS, CANCIONES Y ARTÍCULOS NUESTROS Y CON LOS APORTES QUE USTEDES NOS HAGAN LLEGAR.
Queridos hermanos y amigos: Cómo ustedes ya saben, el mundo cristiano católico se prepara para iniciar el próximo domingo el tiempo litúrgico de Adviento. Cómo una forma de reforzar lo que sabemos de este tiempo, les invito a que repasemos juntos de qué se trata esta celebración.
El Adviento dura cuatro semanas y es el comienzo
del Año Litúrgico. Adviento empieza el domingo 27 de noviembre concluye el 24
de diciembre. Entonces, debemos saber que esta fiesta se desarrolla durante los
cuatro domingos anteriores a la Navidad y forma una unidad con la Navidad y la
Epifanía.
El término "Adviento" viene del latín
adventus, que significa venida, llegada. El color usado en la liturgia de la
Iglesia durante este tiempo es el morado. Con el Adviento comienza un nuevo año
litúrgico en la Iglesia.
Durante este periodo, la iglesia invita a los
fieles a participar de diversas actividades desde su inicio hasta su
culminación, que da paso a la celebración del nacimiento del niño Jesús el 25
de diciembre.
El sentido del Adviento es avivar en los
creyentes la espera del Señor Jesucristo que viene a la tierra y busca nacer en
nuestros corazones.
Para profundizar en esta celebración, diremos que
el adviento podría dividirse en 2 partes y estas son:
Primera
Parte
Esta tiene inicio el primer domingo de diciembre
y se prolonga al día 16 de diciembre. Esta etapa tiene un marcado carácter
escatológico, mirando a la venida del Señor al final de los tiempos.
Segunda
Parte
Esta tiene lugar desde el 17 de diciembre al 24
de diciembre y es la llamada "Semana Santa" de la Navidad, y se
orienta a preparar más explícitamente la venida de Jesucristo en la historia,
la Navidad.
Las lecturas bíblicas de este tiempo de Adviento
están tomadas sobre todo del profeta Isaías (primera lectura), también se
recogen los pasajes más proféticos del Antiguo Testamento señalando la llegada
del Mesías. Isaías, Juan Bautista y María de Nazaret son los modelos de
creyentes que la Iglesias ofrece a los fieles para preparar la venida del Señor
Jesús.
Espero de verdad, que esta breve exposición te entregue luces acerca de esta maravillosa celebración nuestra.
Alégrate hermano(a), Jesús nuestra esperanza ya
llega a llenar el mundo de su amor, paz y justicia.
“...Y
brotará un retoño del tronco de Isaí, y un vástago de sus raíces dará fruto. Y
reposará sobre El, el Espíritu del SEÑOR, espíritu de sabiduría y de
inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de
temor del SEÑOR. Se deleitará en el
temor del SEÑOR, y no juzgará por lo que vean sus ojos, ni sentenciará por lo
que oigan sus oídos; sino que juzgará al pobre con justicia, y fallará con
equidad por los afligidos de la tierra; herirá la tierra con la vara de su
boca, y con el soplo de sus labios matará al impío.”
Hace un tiempo atrás fui al médico por unas manchas al
interior de mi brazo derecho que me producían mucha picazón. El médico me
diagnosticó "liquen plano". Esta Enfermedad Autoinmune (Nadie me la
contagió, ni la puedo contagiar a nadie). Es una suerte de alergia que afecta
al 1 por ciento de la población y yo salí premiado.
Buscando alivio, con sorpresa me enteré que no existe
tratamiento claro para ella en la medicina formal y con el fin de encontrarle
alivio me aconsejaron realizar un tratamiento homeopático. Entonces, con esta
esperanza, fui donde un homeópata quién me dijo que efectivamente tenía la cura
para mi enfermedad y que era cosa de decidirme. ¿Quién no quiere sanarse de una
dolencia?, por ello le dije que bueno, pero de pronto me acordé algo que había
escuchado tiempo atrás respecto a esta práctica y decidí indagar un poco más
sobre ella.
Lo que realmente me interesaba saber era la opinión de mi
Padre celestial respecto a esta ciencia y descubrí algo que quiero compartir
con ustedes...
En
el mundo que conocemos el experimento más sencillo nos enseña que diluyendo un
colorante nunca se obtiene un color más intenso. Tampoco sucede que al añadir
menos azúcar al café se vuelva más dulce y sabroso. ¡Ojalá fuese así! Esto lo
saben muy bien, desafortunadamente, todos aquellos diabéticos que llevan una
dieta limitada en glucosa y sus derivados. Este principio tan intuitivo parece
caer en el olvido cuando se habla de la panacea esperanzadora del siglo: la
homeopatía. Son millones de hombres, mujeres y niños que confían en estas
prácticas, y no podemos imaginarnos la cantidad de médicos que utilizan esta
homeopatía como filosofía de vida. Existen también todas las farmacias, mejor
dicho, para-farmacias, que añadieron el término “homeopáticas” en sus letreros,
y numerosos hospitales denominados “homeopáticos”. En Italia en 1998 se
contaban más de 6.000 médicos homeópatas y más de 4 millones de personas que
utilizaban estos recursos (Diario italiano “Il Giornale”, 5 de diciembre de
1998). Actualmente uno de cuatro italianos utiliza la homeopatía. Una comisión
gubernativa de Australia concluía así su investigación sobre las llamadas
“terapias homeopáticas”: “no existe ni un solo ejemplo en toda el área de la
farmacología en el cual una sencilla dilución de un medicamento pueda inducir
un aumento de la respuesta del mismo” (cf. Branson Hopkins, Homeopathy-some
things are not what they seem, Jubilee-Wellington, New Zeland, p.13). Se podría
irónicamente decir: ¡ojalá estos productos llevaran consigo algo del
medicamento! Es importante distinguir la homeopatía de la medicina natural. La
medicina natural está basada en remedios fitoterapéuticos (medicamentos
extraídos de las plantas) y representan el fundamento de la medicina
occidental. Actualmente se denomina “tradicional” (en antítesis a la homeopatía
y a muchas otras denominaciones). La homeopatía es definida, por los mismos que
la practican, como un método terapéutico enraizado en el principio hipocrático
de la “ley de similitud” (similia similibus curantur) oportunamente manipulado. Cada sustancia, repiten los homeópatas, capaz de provocar síntomas en un sujeto
sano, puede, a dosis muy reducidas, curar aquellos mismos síntomas en un sujeto
enfermo. Si fuese verdaderamente así, no habría ningún problema. El pequeño
inconveniente se encuentra justo en el sentido de “dosis muy reducidas”. Sí,
porque el otro gran descubrimiento de la “ciencia” homeopática es que diluyendo
un principio activo (un medicamento) hasta llegar a tener la certeza
físico-matemática y estadística de no encontrarlo, la solución que queda
conservaría su eficacia terapéutica. La ciencia nos demuestra que si una
solución es sometida a un suficiente número de diluciones se llegará al tal
punto en el cual no quedará ninguna molécula de esta sustancia en la solución.
Esto se puede deducir racionalmente, incluso utilizando el famoso número de
Avogadro, que establece que en un gramo-molécula están presentes 6 X 10^23
moléculas. Es decir que el número de moléculas presentes en una solución no es
un número infinito y que es posible establecer el número de moléculas de una
determinada sustancia que están presentes en una solución. Cuando el límite
dado por el número de Avogadro es superado, el número de moléculas presentes en
la solución es cero. Puestas estas premisas, se puede pasar a una demostración
formal. Los que están familiarizados con “recetas” homeopáticas conocen muy
bien la terminología “CH”. Esta sigla se refiere al grado de dilución de la
mezcla de medicamentos prescritos. Pero, ¿a qué corresponde en lenguaje
científico? Aquí se pueden consultar las tablas homeopáticas de conversión. El
límite de Avogadro es superado indudablemente a CH12. Para darse cuenta de esto
consideremos, por ejemplo, un valor de CH22. Esto corresponde a una dilución 1
entre 100.000.000.000.000.000.000.000.000.000 Km3, es decir, usando una imagen,
equivaldría a tener una sola molécula de medicamento en un volumen de agua o de
solución de 73.333,3… billones de veces el volumen de toda el agua contenida en
los océanos del globo terrestre. Y esto simplemente hablando de CH22. La
mayoría de las “recetas” homeopáticas tienen CH100, CH200, etc. No se puede
sostener fácilmente que pueda ser eficaz un remedio que sólo contiene el
equivalente de un mililitro de solución madre diluido en un ideal balón de agua
cuyo diámetro debería ser de 140 años luz, unos 8 minutos la distancia que nos
separa del sol, y sólo se trata del CH60. Todo esto puede justificar las
afirmaciones de eminentes científicos sobre la homeopatía. Presentamos algunos
aquí. El Prof. Renato Dulbecco, Premio Nobel de Medicina en 1975, define así
los productos homeopáticos: "líos sin valor". Rita Levi Montalcini,
Premio Nobel de Medicina en 1986, considera la homeopatía una "así llamada
terapia" cuyo principal valor es "ilusionar a los pacientes
animándolos a recurrir a una curación que no tiene ningún fundamento
científico”. Entonces, se preguntaba el profesor Silvio Garattini, director del
Instituto de Búsquedas Farmacológicas "Mario Negri" de Milán, “¿qué contienen
aquellas bonitas latas multicolores que se encuentran en las farmacias?” Y se
respondía sencillamente: “contienen todas la misma cosa: ¡nada!" Si desde
el punto de vista de las ciencias “tradicionales” nada de efectivo está, ni
estará presente en estas “medicinas” homeopáticas, nos podríamos entonces
preguntar en qué se fundan las “razones” de los homeópatas. La respuesta quizás
se puede vislumbrar en las palabras mismas del doctor George Vithoulkas, autor
varios libros sobre la homeopatía. Él afirma que en las diluciones de la
homeopatía el efecto curativo no es por un cierto material, sino implica otros
factores, que el autor llama “una energía" (cf. George Vithoulkas,
Homeopathy, The Holistic Health Handbook, Berkeley Holistic Health Center, Berkeley,
Calif., And/OrPress 1978, p. 89). Aquí llegamos, por fin, a la segunda “ley” de
la homeopatía, la así llamada “dinamización”. Esta consistiría en la presencia,
no científica y comprobable, de los "cuántos de energía" en la
preparación homeopática, incluso no existiendo, por las elevadas diluciones,
una sola molécula del medicamento. Esta supuesta “ley” equivale a una verdadera
concepción mágica de la realidad. Se perfila como la puerta de entrada al
concepto de “energía universal”, característico de las filosofías orientales y
esotéricas. Como bien resumía Mirella Poggialini en un artículo publicado el 26
de septiembre de 1996 en el periódico de la Conferencia Episcopal Italiana
Avvenire (Omeopatia, medicina o magia?): “cuando ya no está presente la materia
que está a la base del remedio, queda, sin embargo, (dicen los homeópatas) el
espíritu del remedio". Para la misma escritora está claro el intento
panteístico, mágico y esotérico del “remedio”, totalmente incompatible con la
fe cristiana. Entonces, "la homeopatía es un método diagnóstico y curativo
basado sobre la ley de los parecidos, es la medicina "de la persona",
no "de los órganos", insisten los homeópatas. Esta definición tan
aproximada está llena de malas informaciones y de medias verdades, construidas
a propósito para convencer a los lectores más desprevenidos. Nadie duda que la
homeopatía no sea la "medicina de los órganos", hay que dudar sin
embargo que pueda ser "la medicina de la persona", sí, porque el
"nada" sólo puede ser la medicina de la "nada”. Podríamos citar
las muchísimas publicaciones científicas que destruyen en manera definitiva los
presuntos “fundamentos” de la homeopatía. Se puede consultar, por ejemplo,
todos los estudios de “meta-análisis” comparadas de: Lancet, vol. 350, del 20
de septiembre de 1997, pp. 834-843; Lancet, 341, pp. 1601-06, 1994; Lancet vol.
345, 28 de enero de 1995; British Journal Clinical Pharmacology, n. 27, 1989,
pp.329-335; Lancet, 5 de marzo de 1988, pp.528-529; Lancet, 1° de enero de 1983
pp. 97-98; etc. La conclusión parece obvia, reconociendo la falta de eficacia
de todas las “terapias” homeopáticas tomadas en consideración, se deduce una
clara indicación para los médicos, sean homeópatas o “tradicionales”. Tal
invitación es que estos remedios no tienen que prescribirse si no se quiere
engañar, en lugar de curar, al paciente. Desde la perspectiva del profesor
Silvio Garattini, director del Instituto de Búsquedas Farmacológicas
"Mario Negri" de Milán, "la homeopatía utilizada mientas que se
está bien o se tienen molestias menores o pasajeras es un simple acto de
creencia o falta de conocimientos científicos. Más grave es el problema del
empleo de los medicamentos homeopáticos para enfermedades graves que pueden, en
muchos casos, mejorar usando los fármacos tradicionales. Estos recursos
homeopáticos pueden llevar a un empeoramiento de la enfermedad hasta el punto
de "no regreso". El científico advierte que “aún más grave es la
actitud de los padres que utilizan, con la excusa de la libertad de para elegir
las medicinas, los remedios homeopáticos para los niños, perjudicando en varios
casos la salud de ellos”. El profesor Giovanni Federspil, catedrático de
Medicina Interna de la Facultad de Medicina y Cirugía de la Universidad de
Padua, “la práctica médica alternativa de la homeopatía representa uno de los
máximos problemas de la medicina actual que requiere una discusión racional
para aclarar los puntos más equivocados y de tinieblas”. Tomando pie del texto
de la conferencia que el Papa Benedicto XVI iba a pronunciar durante su visita
a la Universidad de Roma "La Sapienza”, el jueves 17 de enero de 2008,
podemos concluir así: “la medicina aunque era considerada más como
"arte" que como ciencia, sin embargo, su inserción en el cosmos de la
universitas significaba claramente que se le situaba en el ámbito de la
racionalidad, que el arte de curar estaba bajo la guía de la razón, liberándola
del ámbito de la magia. Curar es una tarea que requiere cada vez la razón
simplemente, pero precisamente por eso necesita la conexión entre saber y
poder, necesita pertenecer a la esfera de la ratio”. ¿A qué ratio pertenece la
homeopatía? Por amor a la misma persona humana de cada paciente es importante
volver a la unidad del cuerpo y alma (Gaudium et Spes, n. 14), unidad de racionalidad
y voluntad, a una visión objetiva de la realidad, sin misticismos dañinos, ni
creencias mágicas, peligrosas y destructoras.
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El autor es analista técnico de laboratorio
químico-biológico, doctor en Biotecnología médica por la Facultad de Medicina y
Cirugía de la Universidad de Padua (Italia), se especializó en ontogénesis
viral humana, tecnologías del ADN recombinante. Tiene estudios de filosofía por
el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum de Roma y es miembro del Grupo de
estudio sobre la Neurobioética del mismo Ateneo Preguntas y comentarios a
Alberto Carrara
Finalmente, ya está. Con renovadas alegrías y esperanzas en Jesús, nuestro salvador, les presentamos nuestro primer,nuevo videoclip del 2016,con el tema "Ven a Mí". Tiempo de disfrutar y meditar mediante esta canción, con letra y melodía de Gabriel Salgado y arreglos por Jose Gatica y Roger Andaur....
“Ustedes
recibirán la fuerza del Espíritu Santo; él vendrá sobre ustedes para que sean
mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en
Samaria y hasta los extremos de la tierra”(Hch 1,8)
“Queridos
amigos y hermanos, a días de celebrar una de las fiestas más importantes del
mundo cristiano, como es Pentecostés, quiero compartir con todos ustedes este
tema que presentaré, Dios mediante, el próximo sábado por la noche, en mi
comunidad de oración.
El
objetivo de ella es refrescar nuestra frágil memoria respecto a los dones y
frutos del Espíritu Santo.”
Los
Dones del Espíritu Santo
¿Qué
son los dones del Espíritu Santo?
Según el catecismo de la iglesia católica, al hablar de
los dones dice: "… La vida moral de los
cristianos está sostenida por los 7 dones del Espíritu Santo. Estos son
disposiciones permanentes que hacen al hombre dócil para seguir los impulsos
del Espíritu Santo."
Definimos entonces a los dones espirituales como un atributo especial
que el Espíritu Santo da a cada miembro del Cuerpo de Cristo, según la gracia
de Dios para usarlo dentro del contexto de su cuerpo (Iglesia).
¿Cuándo
se comenzó a hablar de ellos?
Los dones del Espíritu Santo fueron profetizados ya en
el Antiguo Testamento. 6 de estos dones aparecen en el libro de Isaías 11: 1-3 “Y
brotará un retoño del tronco de Isaí, y un vástago de sus raíces dará fruto. Y
reposará sobre El, el Espíritu del SEÑOR, espíritu de sabiduría y de
inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de
temor del SEÑOR. Se deleitará en el temor del SEÑOR, y no juzgará por lo que
vean sus ojos, ni sentenciará por lo que oigan sus oídos...”
El séptimo de ellos, el don de piedad, lo encontramos
en el nuevo testamento, en romanos 8:15. Aquí somos llamados a reconocernos como
hijo de Dios, amantes de su compañía.
“
Pues ustedes no han recibido un espíritu de esclavitud que los lleve otra vez a
tener miedo, sino el Espíritu que los hace hijos de Dios. Por este Espíritu nos
dirigimos a Dios, diciendo: "¡Abbá! ¡Padre!"
¿Cuándo
se reciben estos dones?
En el momento del bautismo, todo cristiano recibe el
regalo de los dones de parte del Padre celestial y estos son activados luego en
la confirmación, cuando la persona
recibe al Espíritu Santo plenamente. Entonces se convierte en un soldado
de Cristo siempre dispuesto a luchar por Él.
¿Cuál
es el objetivo de su derramamiento en la iglesia de hoy?
1. Dios imparte los dones espirituales conforme a su
gracia; no pueden ser adquiridos por mérito humano.
2. Dios imparte los dones espirituales de acuerdo a su
propia discreción; no está limitado a los deseos humanos.
3. Dios desea que todo cristiano ejercite los dones
espirituales; estas capacidades no están limitadas a ningún creyente.
4. Dios provee los dones para edificar y para ser
puestos por causa del ministerio y servicio de la iglesia; no son dados para
atraer la atención hacia una persona o satisfacer su ego.
5. La intención
de Dios es que el ministerio de la iglesia sea ejercido a través de los dones
espirituales.
Los
7 dones
Sabiduría:
Buscar
y deleitarse en las cosas de Dios. Nos hará descubrir que lo más importante en
la vida es saborear las cosas divinas. Esta sabiduría podríamos compararla con
saborear las cosas y misterios de
Dios.
·Entendimiento:
Este
don nos ayuda a profundizar en los misterios de Dios (Jn 14:26). Comprender la
revelación que el Padre nos ha dado.
Toda comprensión de los misterios de
Dios procede del entendimiento.
·Ciencia:
Es
el que nos ayuda a distinguir entre la importancia que merece el creador y la
que merecen sus creaturas. Aquél que posee el don de ciencia nunca dará el
primer lugar o tendrá en el centro de su corazón a personas o creaturas ya que
este lugar lo ocupa Dios.
El Espíritu de Ciencia nos ayuda a ver
que nada creado es superior a su creador.
·Consejo:
Es la capacidad que nos da el Padre para elegir hacer siempre lo que es bueno,
lo que más nos conviene, cual opción es la más apropiada y es agradable a los
ojos de Dios.
·Fortaleza:
Este
don precioso nos es dado para que a pesar de las pruebas y circunstancias difíciles
que enfrentemos en la vida, sigamos viviendo nuestra vida de fe con optimismo y
esperanza, sin nunca desanimarnos.
Nos ayuda a enfrentar todos los retos
y desafíos que aparezcan en nuestro camino y salir victoriosos durante nuestro
viaje por la tierra rumbo al cielo.
·Piedad:
Este don es el que nos hace gozarnos en las cosas sagradas. Como la sabiduría,
es una aspiración profunda por alcanzarlas y vivir lo eterno, la piedad nos
ayuda a regocijarnos en las cosas sagradas.
Un cristiano piadoso, busca siempre estar
cerca de Dios, de las actividades de la iglesia. Es el gusto por las cosas
santas. (Salmos 27:4)
·Temor
de Dios: Este don no es, como muchos creen, miedo a Dios.
Todo el que ha tenido una vivencia de
Dios en su vida sabe que el miedo y temor a Dios y a sus castigos no tienen
cabida en su vida. “Tenemos un Dios de amor no de temor.”
Temor de Dios es el miedo a ofenderle,
miedo a fallarle, miedo a herirle con nuestros actos.
Oración
para pedir los Dones
“Ven, Espíritu Creador, visita las almas de
los fieles; e inunda con tu gracia los corazones que Tú creaste.
Espíritu de Sabiduría, que conoces mis
pensamientos más secretos, y mis deseos más íntimos, buenos y malos; ilumíname
y hazme conocer lo bueno para obrarlo, y lo malo para detestarlo sinceramente.
Intensifica mi vida interior, por el don de
Entendimiento.
Aconséjame en mis dudas y vacilaciones, por
el don de Consejo.
Dame la energía necesaria en la lucha
contra mis pasiones, por el don de Fortaleza.
Envuelve todo mi proceder en un ambiente
sobrenatural, por el don de Ciencia.
Haz que me sienta hijo tuyo en todas las
vicisitudes de la vida, y acuda a Ti, cual niño con afecto filial, por el don
de Piedad.
Concédeme que Te venere y te ame cual lo
mereces; que ande con cautela en el sendero del bien, guiado por el don del
santo Temor de Dios; que tema el pecado más que ningún otro mal; que prefiera
perderlo todo antes que tu gracia; y que llegue un día a aquella feliz morada,
donde Tú serás nuestra Luz y Consuelo, y, cual tierna madre; enjugas “toda
lágrima de nuestros ojos”, donde no hay llanto ni dolor alguno, sino eterna
felicidad.
Esto
te lo pido, en el nombre de Jesús, amén.”
Los frutos del Espíritu
Santo
(Gálatas
5, 19-23)
“Una
evidencia clara de que el Espíritu Santo está obrando en la vida de un cristiano,
son la manifestación clara de estos dones. Los nueve frutos aparecen en el
libro de Gálatas como amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, fidelidad,
mansedumbre, bondad y auto control. Los cristianos que tienen estos frutos son
capaces de ser testigos efectivos del amor y la justicia de Dios.”
¿Qué
son los frutos del Espíritu Santo?
En la teología cristiana, se dice que
la cercanía y la acción del Espíritu Santo induce en el alma del ser humano una
serie de hábitos beneficiosos que se conocen como «frutos del Espíritu» y que
vienen enumerados en la carta a los gálatas.(5, 22-23)
Los frutos son producto de los dones
del Espíritu. Los frutos son actos virtuosos y se distinguen por la alegría que
causan en quien los realiza.
¿Cuántos
son los frutos del Espíritu Santo?
El texto bíblico menciona 9 frutos del Espíritu Santo los cuales son:
Amor, alegría, paz, tolerancia,
amabilidad, bondad, fe, mansedumbre y dominio de sí mismo. Pero, la tradición
de la Iglesia enumera 12, estos son los siguientes:
·Caridad:
Consiste en amar a Dios y al prójimo
·Alegría:
Es
el fruto de este amor y supera todos los goces del mundo
·Paz:
Es el producto de nuestra sumisión a Dios y de la unión con el prójimo.
·Paciencia:
Nos hace soportar cualquier adversidad por amor a Dios.
·Benignidad:
Nos motiva a tratar con cortesía y amabilidad a nuestro prójimo, aunque sea
nuestro enemigo
·Bondad:
Nos inclina a hacer el bien a todos, sin distinción
·Mansedumbre:
Nos vuelve indulgentes por las debilidades del prójimo, frena la cólera y nos
hace soportar con calma las penas de la vida.
·Fidelidad:
Nos ayuda a mantener nuestra palabra y nos hace evitar cualquier desconfianza,
engaño o subterfugio.
·Modestia:
Nos
ayuda a ser sobrios en nuestro diario vivir. A actuar en control de nuestros
impulsos.
·Continencia:
Nos
hace ponderados, aún en los placeres legítimos y detiene en sus justos límites
nuestros sentimientos internos y externos.
·Castidad:
Nos hace reprimir los deseos desordenados de la carne y nos ayuda a mantener la
pureza del alma.
ORACIÓN
PARA PEDIR LOS FRUTOS
“Espíritu
de Caridad, haznos amar a Dios y a nuestros semejantes como Tú quieres que
los amemos.
Espíritu
de Alegría, otórganos la santa alegría, propia de los que viven en tu
gracia.
Espíritu
de Paz, concédenos tu paz, aquella paz que el mundo no puede dar.
Espíritu
de Paciencia, enséñanos a sobrellevar las adversidades de la
vida sin indagar el porqué de ellas y sin quejarnos.
Espíritu
de Benignidad, haz que juzguemos y tratemos a todos con
benevolencia sincera y rostro sonriente, reflejo de tu infinita suavidad.
Espíritu
de Bondad, concédenos el desvivirnos por los demás, y derramar a
manos llenas, cuantas obras buenas nos inspires.
Espíritu
de Longanimidad (serenidad), enséñanos a soportar las
molestias y flaquezas de los demás, como deseamos soporten las nuestras.
Espíritu
de Mansedumbre, haznos mansos y humildes de corazón, a ejemplo
del Divino Corazón de Jesús, obra maestra de la creación.
Espíritu
de Fidelidad, otórganos el no vacilar en nuestra fe, y vivir
siempre de acuerdo con las enseñanzas de Cristo, e iluminados por tus santas
inspiraciones.
Espíritu
de Modestia, enséñanos a ser recatados con nosotros mismos,
a fin de no servir nunca de tentación a los demás.
Espíritu
de Continencia, haznos puros y limpios en nuestra vida
interior, y enérgicos en rechazar cuanto pudiera manchar el vestido blanco de
la gracia.
Espíritu
de Castidad, concédenos la victoria sobre nosotros mismos;
haznos prudentes y castos; sobrios y mortificados; perseverantes en la oración
y amantes de Ti, oh Dios del Amor hermoso.
Ninguno de nosotros a estado ajeno a
la experiencia de haber sido testigos de haber visto alguna vez a un niño pedir
con insistencia y rabietas un juguete que la madre no tiene en sus planes
comprarle, o verle empeñado en correr y jugar
aún cuando sus padres tratan desesperadamente que se esté quieto. De lo
único que podemos estar seguros es que en esas situaciones, los padres sólo
quieren lo mejor para sus hijos. Pero, ante los constantes berrinches y
pataletas, con demasiada frecuencia acaban por ceder ante la presión de sus
hijos y su negativa acaba en un sí.
A lo largo y ancho de este mundo,
muchos padres creen que para criar bien a los hijos hay que darles
prácticamente todo lo que ellos piden.
Hace poco, se realizó una encuesta en
Estados Unidos a 750 adolescentes entre 12 y 17 años. Frente a la pregunta ¿Qué
hacen para conseguir lo que quieren, cuando sus progenitores les niegan algo?,
casi el 60% contestó que sólo tenían que insistir e insistir en pedirlo. Es
decir que ellos habían descubierto que esta táctica funcionaba la mayor parte
de las veces. Puede que sus padres crean que esa permisividad en una muestra de
amor sin mayores consecuencias, pero ¿lo es realmente?
Mimar a un niño y
darle todo lo que quiere puede hacer que con el tiempo se convierta en un
adulto ingrato, caprichoso y testarudo. Eso lo sabe Dios y nos lo advierte en
su palabra:
“…El niño dejado a sus caprichos es vergüenza a su madre”. (Proverbios
29,15b)
Dios nos quiere socorrer frente a
nuestro desafió como padres en el mundo actual y en su palabra podemos
encontrar sus sabios consejos para hacer frente a este reto. Partamos
analizando un sabio proverbio: “Corrige a tu hijo, te ahorrará inquietudes
y hará la felicidad de tu alma”. (Proverbios
29,17)
¿Cómo actúa un padre sensato que
quiere el bien de sus hijos?
Todo padre sensato pondrá en practica el
proverbio anterior: Para ello establecerá con sus hijos reglas claras, consecuentes y razonables, y
las hará cumplir. No existe nada que confunda y cause mas daño a los niños y
adolescentes que hogares sin reglas claras que regulen la vida en su interior.
Los hijos deben tener claro cuales son sus deberes y derechos; que es lo que
ellos pueden esperar y lo que de ellos se espera.
No confunde amor con permisividad: No recompensa a los niños para que
paren de lloriquear, protestar o como medida de solución frente a sus rabietas.
Si les da algo, no es fruto de sus presiones o como forma de controlarlos.
Los hijos como flechas en nuestras
manos
Ahora analizaremos un ejemplo bíblico
que nos permitirá ahondar más en la visión de Dios frente a la relación entre
padres e hijos y en donde se destaca que los hijos necesitan la guía de sus
padres. El pasaje que nos habla de esto es el Salmo 127: 3, 4,5: “Son los hijos regalo del Señor y es el
fruto del vientre, premio suyo; como flechas en manos del guerrero son los
hijos tenidos cuando joven. Feliz el hombre que con tales flechas ha llenado su
aljaba…”.
Podemos apreciar que metafóricamente
los hijos son comparados a flechas, y a su padre, con un guerrero poderoso.
Como un buen arquero sabe que las flechas no dan en el blanco esperado, por si
solas, del mismo modo, los padres ocupados de sus rol de tales, comprenden que
la educación de los hijos no puede dejarse al azar. Su “blanco” es que sus
hijos alcancen los mejores objetivos: que lleguen a ser adultos responsables y
plenos. El blanco de estos padres es que sus hijos logren las mejores metas,
tomen buenas decisiones, sean sabios, se eviten problemas innecesarios, no se
detengan frente a las dificultades. Lamentablemente no siempre ocurre lo que un
buen padre quiere.
Basándonos en el Salmo 127:3, 4,5, podemos descubrir que este nos propone 3 pasos
necesarios, para lograr los mejores objetivos con nuestros hijos. Es por ello
que los analizaremos con sumo cuidado.
Paso 1. Preparar la flecha con cuidado
Situándonos imaginariamente en los
tiempos bíblicos, cuando fue escrito este salmo, los arqueros se preparaban sus
flechas con mucho cuidado. La varilla, tomada de una madera liviana, se tallaba
a mano tratando que quedara lo más recta posible. La punta metálica, era limada
hasta que alcanzara el máximo filo. En el extremo posterior se ataban plumas
escogidas para estabilizar y mantener el vuelo y rumbo escogido de la flecha.
Los padres aspiramos que nuestros
hijos sean como esas flechas: rectos, sin que haya nada torcido en ellos. Para
ello debemos pulir y corregir las faltas graves que encontremos en ellos. Con
amor debemos ayudarles a luchar contra ellas y a esforzarse en superarlas. Esta
es una tarea enorme, ya que”La tontería está anclada en el corazón del
muchacho, el azote de la instrucción lo libera”. (Proverbios 22:15) Poresto
la Biblia
exhorta a los padres a que disciplinen a sus hijos “…Y ustedes padres, no irriten a
sus hijos, sino que para educarlos, usen las correcciones y advertencias que
puede inspirar el Señor” (efesios 6:4). La disciplina desempeña un rol
fundamental en la formación y fortalecimiento de la mentalidad y del carácter
de los niños.
La
Biblia
refuerza el rol de la disciplina en la formación de nuestros hijos, pues proverbios 13:24 sostiene: “El
que ahorra el castigo a su hijo no lo quiere; el que lo ama se esmera en
enderezarlo”.En este contexto, el castigo al que se refiere la palabra
es un método de corrección, sin importar la forma que adopte. El objetivo de reprender
con bondad a nuestros hijos debe ser intentar corregir defectos que les puedan
causar problemas cuando adultos.
Desde esta perspectiva, el ahorrar
la disciplina a que se refiere el texto, equivale a odiar a nuestros
hijos, pues sabemos el fin que tendrán con esos defectos y aún así, no hacemos
nada por evitarlo. Por el contrario, cuando les corregimos estamos efectuando
un acto de amor por ellos ya que así le evitamos hoy, un mal en su futuro.
Disciplinar no implica dar órdenes e
imponer castigos, sino que asegurarse de que ellos entiendan bien las cosas.
Las plumas que el arquero ata a sus
flechas hacen que estas vuelen rectamente una vez que salen del arco. Parecido
sucede con las enseñanzas que Dios nos ha dejado en su palabra. Estas pueden
ayudar, fortalecer y acompañar a nuestros hijos toda su vida. Pero, ¿cómo
podemos los padres asegurarnos que las enseñanzas bíblicas queden firmemente atadas
a nuestros hijos? Dios nos aconseja: “Graba
en tu corazón los mandamientos que yo te entrego hoy, repíteselos a tus hijos,
habla de ellos tanto en casa como cuando viajes, cuando te acuestes y cuando te
levantes…” (Deuteronomio: 6:7,8 a).
En vista de lo anterior, debemos hacer 2 cosas: 1.- Como padres, tenemos que
estudiar la palabra de Dios y dejarnos guiar por El en todos los momentos y
ámbitos de nuestra vida. 2.- Así, podremos cumplir cabalmente la segunda parte
del texto que es inculcar estos valores en ellos para que se graben en su
corazón más que con palabras, con nuestros hechos de vida.
Paso 2. Proteger las Flechas
El guerrero llenó su aljaba de flechas.
Cuando estas estuvieron listas, había que protegerlas, para lo cual el guerrero
las puso en su aljaba, donde no podían dañarse ni romperse fácilmente. Incluso
la persona de Jesús es comparada en la Biblia con la figura de una flecha que el Padre
ocultó en su propia aljaba.”Hizo de mi
boca una espada cortante y me escondió debajo de su mano. Hizo de mí una flecha
puntiaguda y me guardó en la caja para las flechas” (Isaías: 49:2). El mismo Dios, el padre más amoroso del
universo protegió de todo mal a su hijo Jesús y aún en el trance de la crucifixión
y la muerte misma, no lo abandonó. Aún más, le, arrebató de las garras de la
muerte y le dio la victoria sobre ella y sobre las tinieblas.
Así mismo, los buenos padres se
preocupan de proteger a sus hijos de los peligros de este mundo decadente, no
dudando en prohibirles ciertas actividades que pudieran exponerles sin
necesidad a malas influencia: “No se dejen engañar: las malas influencias
corrompen las buenas costumbres.” (1corintios:15,33).
Seamos sinceros, muchas veces nuestro afán
protector no es apreciado por nuestros hijos. Incluso, ellos lo ven como imposiciones
sin sentido y restricciones a su libertad, ya que a menudo proteger a nuestros
niños significa negarles alguna cosa que les resulta atractiva.
Pero, aunque ellos no lo demuestren
abiertamente, los niños valoran cuando sus padres le entregan una estructura
segura y predecible en la vida. Y esto se logra si actuamos con autoridad y
establecemos límites claros a su conducta.
Paso 3. Dirigiendo la Flecha
El Salmo 127:4, que nos ha servido como base
para este estudio, compara la figura del padre con un “hombre poderoso”, pero
aunque durante todo este estudio hemos estado hablando de la figura paterna
respecto a la educación de los hijos, en modo alguno significa que sólo el varón puede ejercer eficazmente
el papel de formador de los hijos. El principio que subyace tras los textos
bíblicos en donde se toma la figura del hombre es aplicable a padres y madres
por igual:”Escucha hijo mío, la instrucción de tu padre y no rechaces las advertencias
de tu madre”. (Proverbios 1:8). La expresión “hombre poderoso”, antes mencionada, sugiere que hace falta mucha
fortaleza para disparar una flecha con arco. En tiempos bíblicos, los arcos
estaban comúnmente recubiertos con cobre y los soldados muchas veces tenían que
sujetarlos con los pies para poder tensar la cuerda con ambas manos. Sin
ninguna duda se necesitaba mucha energía y esfuerzo tensar el arco y disparar
las flechas hacia el blanco escogido.
Así mismo, educar a los hijos también
exige un esfuerzo considerable. Están enormemente equivocados aquellos
“especialistas” que aconsejan a los padres dejar a los niños y jóvenes ser, sin
ponerles trabas para que no crezcan con traumas como nosotros los mayores. Eso
es una gran mentira que no debemos escuchar ni menos poner en práctica por el
bien de nuestros niños. Algo debemos tener claro: Los niños no pueden criarse a
su voluntad, así mismo como una flecha no puede lanzarse ella sola hacia el
blanco.
Es lamentable que en nuestros tiempos
muchos padres no parezcan tener el tiempo ni la disposición para realizar el
esfuerzo necesario. Lamentablemente, somos millones los padres que seguimos el
camino fácil y dejamos que la televisión, la escuela y los amigos sean los que
instruyan a sus hijos en cuestiones de conducta, moralidad, sexo, etc. Otros tantos
permiten a sus hijos tener todo cuanto quieran para evitarse la molestia que
implicaría negarles algo, justificando su actitud en el viejo discurso de no querer
herir los sentimientos de sus hijos o en frases como: “Mientras pueda hacerlo, le doy
a mi hijo todo lo que nunca yo pude tener”. Con esta permisividad, el
padre que así actúa, le está provocando a su hijo un daño cuyos efectos no se
aprecian en el momento, sino que se comienzan a evidenciar con el transcurrir
del tiempo.
La revista especializada en temas de
familia parents, en un artículo
relacionado con este tema, plantea: “Los niños criados por padres amorosos y
que hacen valer su autoridad (los que apoyan a sus hijos pero les ponen límites
definidos), sobresalen académicamente, desarrollan mejores habilidades
sociales, se sienten satisfechos consigo mismos y son, por regla general, más
felices que los niños cuyos padres son demasiando blandos o excesivamente
severos”. Confirma esto, una sabia reflexión que hace ya un tiempo, escuché a
alguien emitir: “Los hijos son como el jabón mojado: si lo dejas demasiado
suelto cae de tu mano; pero si lo aprietas demasiado fuerte salta aún mas
lejos”.
Conclusión
Es lícito preguntarnos respecto a si
¿tendremos una garantía de éxito si seguimos todos los pasos vistos? La
respuesta es: no necesariamente, pues los hijos tienen su propio libre
albedrío, y cuando crezcan tomarán sus propias decisiones. Pero, aunque ocurra
lo peor,si educamos a nuestros
hijos según la visión de Dios, estaremos creando las circunstancias más favorables
para obtener un resultado maravilloso: verlos convertidos en adultos
responsables y realizados.
"¿Por qué buscar entre los muertos al que vive? No está aquí, ha resucitado" (Lc 24, 5-6).
Mensaje
Pascual del Papa Francisco y bendición urbi et orbi 2016
Introducción
Ayer
domingo 27 de Marzo 2016 a las 05:27 am,
el Papa Francisco presidió la Misa de la Pascua de Resurrección en la Plaza de San Pedro, en Vaticano. El
Pontífice no tuvo homilía puesto que después leyó su Mensaje Pascual e impartió
la tradicional bendición Urbi et Orbi (a la ciudad y al mundo) desde el balcón
central de la Basílica.
En
este mensaje, el, el Pontífice, manifestó que “sólo Dios puede llenar con su amor este vacío, estas
fosas, y hacer que no nos hundamos, y que podamos seguir avanzando juntos hacia
la tierra de la libertad y de la vida”.
El
también repasó algunos de los conflictos que se viven en la actualidad, como
los de Ucrania, Burundi, y Oriente Medio, ofreció su “cercanía a las víctimas del terrorismo, esa
forma ciega y brutal de violencia que no cesa de derramar sangre inocente en
diferentes partes del mundo, como ha ocurrido en los recientes atentados en
Bélgica”, y habló de los cristianos perseguidos.
“Con nuestros hermanos y
hermanas perseguidos por la fe y por su fidelidad al nombre de Cristo, y ante
el mal que parece prevalecer en la vida de tantas personas, volvamos a escuchar
las palabras consoladoras del Señor: No tengáis miedo. ¡Yo he vencido al
mundo!”.
A
continuación, reproducimos el texto completo del mensaje pascual 2016:
Queridos hermanos y
hermanas, ¡Feliz Pascua!
Jesucristo,
encarnación de la misericordia de Dios, ha muerto en cruz por amor, y por amor
ha resucitado. Por eso hoy proclamamos: ¡Jesús es el Señor!
Su
resurrección cumple plenamente la profecía del Salmo: «La misericordia de Dios es eterna»,
su amor es para siempre, nunca muere. Podemos confiar totalmente en él, y le
damos gracias porque ha descendido por nosotros hasta el fondo del abismo.
Ante
las simas espirituales y morales de la humanidad, ante al vacío que se crea en
el corazón y que provoca odio y muerte, solamente una infinita misericordia
puede darnos la salvación. Sólo Dios puede llenar con su amor este vacío, estas
fosas, y hacer que no nos hundamos, y que podamos seguir avanzando juntos hacia
la tierra de la libertad y de la vida.
El
anuncio gozoso de la Pascua: Jesús, el crucificado, «no está aquí, ¡ha resucitado!» (Mt
28,6), nos ofrece la certeza consoladora de que se ha salvado el abismo de la
muerte y, con ello, ha quedado derrotado el luto, el llanto y la angustia (cf.
Ap 21,4). El Señor, que sufrió el abandono de sus discípulos, el peso de una
condena injusta y la vergüenza de una muerte infame, nos hace ahora partícipes
de su vida inmortal, y nos concede su mirada de ternura y compasión hacia los
hambrientos y sedientos, los extranjeros y los encarcelados, los marginados y
descartados, las víctimas del abuso y la violencia. El mundo está lleno de
personas que sufren en el cuerpo y en el espíritu, mientras que las crónicas
diarias están repletas de informes sobre delitos brutales, que a menudo se
cometen en el ámbito doméstico, y de conflictos armados a gran escala que
someten a poblaciones enteras a pruebas indecibles.
Cristo
resucitado indica caminos de esperanza a la querida Siria, un país desgarrado
por un largo conflicto, con su triste rastro de destrucción, muerte, desprecio
por el derecho humanitario y la desintegración de la convivencia civil.
Encomendamos al poder del Señor resucitado las conversaciones en curso, para que,
con la buena voluntad y la cooperación de todos, se puedan recoger frutos de
paz y emprender la construcción una sociedad fraterna, respetuosa de la
dignidad y los derechos de todos los ciudadanos. Que el mensaje de vida,
proclamado por el ángel junto a la piedra removida del sepulcro, aleje la
dureza de nuestro corazón y promueva un intercambio fecundo entre pueblos y
culturas en las zonas de la cuenca del Mediterráneo y de Medio Oriente, en
particular en Irak, Yemen y Libia. Que la imagen del hombre nuevo, que
resplandece en el rostro de Cristo, fomente la convivencia entre israelíes y
palestinos en Tierra Santa, así como la disponibilidad paciente y el compromiso
cotidiano de trabajar en la construcción de los cimientos de una paz justa y
duradera a través de negociaciones directas y sinceras. Que el Señor de la vida
acompañe los esfuerzos para alcanzar una solución definitiva de la guerra en
Ucrania, inspirando y apoyando también las iniciativas de ayuda humanitaria,
incluida la de liberar a las personas detenidas.
Que
el Señor Jesús, nuestra paz (cf. Ef 2,14), que con su resurrección ha vencido
el mal y el pecado, avive en esta fiesta de Pascua nuestra cercanía a las
víctimas del terrorismo, esa forma ciega y brutal de violencia que no cesa de
derramar sangre inocente en diferentes partes del mundo, como ha ocurrido en
los recientes atentados en Bélgica, Turquía, Nigeria, Chad, Camerún y Costa de
Marfil; que lleve a buen término el fermento de esperanza y las perspectivas de
paz en África; pienso, en particular, en Burundi, Mozambique, la República
Democrática del Congo y en el Sudán del Sur, lacerados por tensiones políticas
y sociales.
Dios
ha vencido el egoísmo y la muerte con las armas del amor; su Hijo, Jesús, es la
puerta de la misericordia, abierta de par en par para todos. Que su mensaje
pascual se proyecte cada vez más sobre el pueblo venezolano, en las difíciles
condiciones en las que vive, así como sobre los que tienen en sus manos el
destino del país, para que se trabaje en pos del bien común, buscando formas de
diálogo y colaboración entre todos. Y que se promueva en todo lugar la cultura
del encuentro, la justicia y el respeto recíproco, lo único que puede asegurar
el bienestar espiritual y material de los ciudadanos.
El
Cristo resucitado, anuncio de vida para toda la humanidad que reverbera a
través de los siglos, nos invita a no olvidar a los hombres y las mujeres en
camino para buscar un futuro mejor. Son una muchedumbre cada vez más grande de
emigrantes y refugiados —incluyendo muchos niños— que huyen de la guerra, el
hambre, la pobreza y la injusticia social. Estos hermanos y hermanas nuestros,
encuentran demasiado a menudo en su recorrido la muerte o, en todo caso, el
rechazo de quienes podrían ofrecerles hospitalidad y ayuda.
Que
la cita de la próxima Cumbre Mundial Humanitaria no deje de poner en el centro
a la persona humana, con su dignidad, y desarrollar políticas capaces de
asistir y proteger a las víctimas de conflictos y otras situaciones de
emergencia, especialmente a los más vulnerables y los que son perseguidos por
motivos étnicos y religiosos.
Que,
en este día glorioso, «goce también la tierra, inundada de tanta claridad»(Pregón pascual), aunque sea tan maltratada y
vilipendiada por una explotación ávida de ganancias, que altera el equilibrio
de la naturaleza. Pienso en particular a las zonas afectadas por los efectos
del cambio climático, que en ocasiones provoca sequía o inundaciones, con las
consiguientes crisis alimentarias en diferentes partes del planeta.
Con
nuestros hermanos y hermanas perseguidos por la fe y por su fidelidad al nombre
de Cristo, y ante el mal que parece prevalecer en la vida de tantas personas,
volvamos a escuchar las palabras consoladoras del Señor: «No tengáis miedo. ¡Yo he vencido al mundo!»
(Jn 16,33). Hoy es el día brillante de esta victoria, porque Cristo ha
derrotado a la muerte y su resurrección ha hecho resplandecer la vida y la
inmortalidad (cf. 2 Tm 1,10). «Nos sacó de la esclavitud a la libertad, de la tristeza a
la alegría, del luto a la celebración, de la oscuridad a la luz, de la
servidumbre a la redención. Por eso decimos ante él: ¡Aleluya!»(Melitón de Sardes, Homilía Pascual).
A
quienes en nuestras sociedades han perdido toda esperanza y el gusto de vivir,
a los ancianos abrumados que en la soledad sienten perder vigor, a los jóvenes
a quienes parece faltarles el futuro, a todos dirijo una vez más las palabras
del Señor resucitado: «Mira, hago nuevas todas las cosas... al que tenga sed yo le
daré de la fuente del agua de la vida gratuitamente»(Ap 21,5-6). Que este mensaje consolador de Jesús nos
ayude a todos nosotros a reanudar con mayor vigor la construcción de caminos de
reconciliación con Dios y con los hermanos.