La vida es hermosa si tienes a Dios contigo

Hermanos y Amigos

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”EL CRUCIFICADO YA NO ESTÁ AQUÍ… ¡EL HA RESUCITADO!”
¡¡¡…Suenen campanas, suenen tambores, suenen guitarras y hosannas a Dios.
Renace el día, surge la luz. Cantemos hermanos un himno a Jesús.
Porque Cristo resucitó!!!!…

Decía el verso de una antigua y hermosa canción que entonábamos alegres en la iglesia pequeña de mi pueblo y este mensaje bello, hoy llena de gozo el corazón de todo creyente en Jesucristo.

El, el hijo de María, El Señor, Jesús de Nazareth, el Hijo de Dios, Nuestra esperanza, Nuestro sustento, Nuestro refugio, Nuestra Pascua Inmolada, ha vencido a la muerte y ha resucitado con poder y gloria.
¡Cristo vive! Esta es la gran verdad que llena de contenido nuestra fe.
Jesús, que murió en la cruz, ha resucitado. Ha triunfado de la muerte, del poder de las tinieblas, del dolor y de la angustia.
Como cristianos, es imposible que esta noticia nos deje indiferentes. Basta de angustias y tristezas; es tiempo de alegría. De una alegría que no se limita a esta época del año litúrgico, sino que se instala en todo momento en el corazón del creyente, porque Jesús está vivo.
Jesús no es una figura que pasó, que existió en un tiempo y que se fue, dejándonos un recuerdo y un ejemplo maravillosos. ¡No! Cristo vive. Jesús es el Emmanuel; Dios con nosotros.
Su Resurrección nos revela que Dios no abandona a los suyos. ¿Puede la mujer olvidarse del hijo de sus entrañas? Pues aunque se olvidara, yo no me olvidaré de ti, había prometido el Señor, según lo relata el libro de Isaías. Y ha cumplido su promesa.
La Resurrección gloriosa del Señor es la clave para interpretar toda su vida, y el fundamento de nuestra fe. Sin esa victoria sobre la muerte, dice San Pablo, toda predicación sería inútil, y nuestra fe estaría vacía de contenido.
La Resurrección de Cristo es la realidad central de la fe cristiana. La importancia de este milagro es tan grande, que los Apóstoles son, ante todo, los testigos de la Resurrección. Anuncian que Cristo vive, y este es el núcleo de toda su predicación. Esto es lo que, después de veinte siglos, nosotros anunciamos al mundo: ¡Cristo vive! La Resurrección es el argumento supremo de la Divinidad de Nuestro Señor.
Jesucristo vive. Y esto nos colma de alegría el corazón. Esta es la gran verdad que llena de contenido nuestra fe. Jesús, que murió en la cruz, ha resucitado, ha triunfado sobre el dolor y la muerte. En Él, encontramos todo. Fuera de Él, nuestra vida queda vacía.
La Resurrección de Jesús, no tuvo otro testigo que el silencio de la noche pascual. Ninguno de los evangelistas describe la Resurrección misma, sino solamente lo que pasó después. El hecho de la Resurrección misma no fue visto por nadie, ni pudo serlo. La Resurrección fue un acontecimiento estrictamente sobrenatural. No se puede constatar por los sentidos de nuestro cuerpo mortal, ya que no fue un simple levantarse de la tumba para seguir viviendo como antes. La Resurrección es el paso a otra forma de vida, a la Vida gloriosa.
Mateo narra este hecho trascendental para toda la humanidad de esta manera:

"Pasado el día de reposo, al amanecer del primer día de la semana, vinieron María Magdalena y la otra María, a ver el sepulcro. Y hubo un gran terremoto; porque un ángel del Señor, descendiendo del cielo y llegando, removió la piedra, y se sentó sobre ella. Su aspecto era como un relámpago, y su vestido blanco como la nieve. Y de miedo de él los guardas temblaron y se quedaron como muertos. Mas el ángel, respondiendo, dijo a las mujeres: No temáis vosotras; porque yo sé que buscáis a Jesús, el que fue crucificado. No está aquí, pues ha resucitado, como dijo. Venid, ved el lugar donde fue puesto el Señor. E id pronto y decid a sus discípulos que ha resucitado de los muertos, y he aquí va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis. He aquí, os lo he dicho. Entonces ellas, saliendo del sepulcro con temor y gran gozo, fueron corriendo a dar las nuevas a sus discípulos".( Mt. 28, 1-8)


María de Magdala fue a visitar el sepulcro de Jesús, al amanecer del primer día de la semana, del Día del Señor. Este día, es el amanecer de la Nueva Creación en Jesucristo. En el Señor es renovada la primera creación, que había caído bajo la corrupción del pecado. Por eso los cristianos santificaron desde el comienzo este día.

María de Magdala es precisamente una de aquellas mujeres que estaban al pie de la cruz de Jesús viendo todo el dolor y la entrega del maestro. Y que también estuvieron presentes cuando lo sepultaron. Así que no hay error posible a propósito de la tumba de Jesús.
El Señor ha resucitado de entre los muertos, tal y como lo había dicho. Alegrémonos y regocijémonos todos, porque ahora EL reina para siempre, aleluya!
Nunca falta la alegría en el transcurso del año litúrgico, porque está permanentemente relacionado, de un modo u otro, con la solemnidad pascual, pero es en este día, Domingo de Pascua de Resurrección, cuando este gozo se pone especialmente de manifiesto.
Con la Muerte y la Resurrección del Señor hemos sido rescatados del pecado, del poder del demonio y de la muerte eterna.
Hermanos, el que venció a la muerte tiene en sus manos el poder para sanarte de tus enfermedades físicas y del alma. El tiene el poder para restaurar tu hogar destruido, para vencer el vicio que te domina. El tiene el poder para vencer la depresión que no te deja, El tiene el poder para darte una vida completamente nueva y lo quiere hacer ahora por tí.
Si sientes que ya no hay forma de cambiar tu vida; si la ciencia no te ofrece una salida más que resignarte a una muerte segura, es hora de darle la oportunidad al que volvió de entre los muertos de hacer su obra de restauración en ti.
No tienes nada que perder, pero mucho que ganar. Por ello, te invito a que con fe hagas esta siguiente oración:

“Señor Jesús, tú que venciste la muerte y el pecado con la fuerza del Espíritu Santo. En esta hora en que el mundo entero celebra tu gloriosa resurrección, vengo ante ti y te suplico que también me resucites con tu sangre y su poder. 

En tus manos deposito mi vida, sabiendo que tu muerte en la cruz fue para que yo alcanzara la salvación y que por tus santas llagas fuera sanado. 
Jesús, ten compasión de mí. Me arrepiento de todos mis pecados y te ruego que también me resucites de mis pecados, vicios y enfermedades. Por tu gloriosa resurrección dame la vida que tu quieres para mí y me entrego a tu santa voluntad de cuerpo alma y espíritu.
Gracias mi Señor, por oír mi oración Señor,
Amén”

¡¡¡FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN!!!


Gabriel A. Salgado P.
Ministerio musical KAIROSrockatólico


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