Queridos hermanos y amigos, ahora que entramos en el mes en que todos los cristianos celebramos, con un solo corazón, un aniversario más de la llegada de nuestro salvador Jesucristo, nuestro ser grita con toda la creación: ¡Jesús, el Mesías, el hijo de Dios, Ha llegado, aleluyah!. En esta fecha, en que nuestra esperanza de un mundo mejor se renueva con la llegada del hijo de Dios, quiero compartir mi alegría con ustedes y por ello les deseo que reciban un afectuoso saludo navideño, con todos los parabienes de un año 2011 mejor.
En el humilde establo de Belén, El vino al mundo anteel corazón extasiado de sus padres. El asno y el buey le dieron calor. Fue creciendo como todos los niños, pero dotado de una sabiduría sobrenatural. Llegó a los treinta años. Empezó a predicar una doctrina nueva. Un subvertidor que llegó a inaugurar la idea del espíritu en el mundo. Un amor universal desconocido: "Amaos los unos a los otros".
Sin embargo, en ningún caso en desmedro de lo trascendental de la obra de mi salvador Jesucristo, mis pensamientos se van hacia la persona que con su Sí hizo posible la encarnación del hijo de Dios que nos trajo la paz, la prosperidad, la salud y la salvación.
Esa será nuestra reflexión el día de hoy, nuestra meditación se centrará en el sí de María. Para comenzar revisemos el texto en que basaremos nuestra reflexión. Este está tomado del evangelio de Lucas y dice así:
“Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David; y el nombre de la virgen era María. Y entrando el ángel en donde ella estaba, dijo: ¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres. Mas ella, cuando le vio, se turbó por sus palabras, y pensaba qué salutación sería esta. Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS. Éste será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin. Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? pues no conozco varón. Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios. Y he aquí tu parienta Elizabet, ella también ha concebido hijo en su vejez; y éste es el sexto mes para ella, la que llamaban estéril; porque nada hay imposible para Dios. Entonces María dijo: He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra. Y el ángel se fue de su presencia.” Lucas” 1.26-38.-
La historia que nos hace celebrar el natalicio de nuestro salvador tiene su génesis hace 2010 años atrás y comienza cuando el Arcángel Gabriel -que significa “Hombre de Dios”- fue enviado por el mismo Creador a la ciudad de Nazareth - que significa “ciudad blanca”- donde una doncella muy joven, quizás no mayor de 13 o 14 años, llamada María - que significa “Estrella, flor, sublime, amada por Dios”.
Y cuando el ángel estuvo en su presencia le dijo: “¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres”. Otras versiones dicen: “Alégrate, llena de Gracia sobreabundante, el Señor es contigo”.
Frente a este saludo divino, potente y bendito por su contenido que es al mismo tiempo una misión, una vocación, y una entrega a Dios, María siente un santo temor; es natural. Por eso el ángel le dice: “María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús”
Al ser llamada por su nombre, María se tranquiliza un poco. Lo suficiente como para ser capaz de recibir una confidencia tan extraordinaria que conmoverá los cimientos mismos de la humanidad. Gabriel le informa: “Concebirás” por obra divina, por acción directa del Espíritu Santo, de una manera única y sobrenatural y Al hijo le pondrás por nombre JESÚS, es decir “YAHVE SALVA”, o sea “SALVADOR”.
A las palabras del ángel le sigue un instante trascendental de silencio en el Cielo y en la Tierra. El silencio más importante de toda la historia. Dios mismo se silenció esperando con trepidación la respuesta de una adolescente, humilde y santa.
Y María, no defrauda a Dios, pronunció su “SI”, su “Hágase” con toda su alma, con todo su Ser, y lo hizo en nombre de todos nosotros los Salvados, por su hijo, el “Salvador”.
En aquel instante sucedió algo más grande que la creación del sol, las estrellas, los mares, montañas y de los mismos hombres y ángeles. El hijo de Dios, el verbo eterno, a palabra, el Salvador del mundo, se hizo niño, se hizo hombre, comenzó a vivir en el seno de la Virgen, alimentándose de la misma sangre, latiendo su corazón al unísono con aquel de la madre. Jesús está perfectamente consciente de todo lo que pasa en el seno de María, conoce todo el proceso biológico, todos los movimientos de su madre, escucha perfectamente sus palabras y conoce sus afectos inquietudes y alegrías.
Al aceptar aquella maternidad, lo hace consciente de todo lo que se le viene encima, y no me refiero al dolor de ver a su hijo, carne de su carne, sacrificado en una cruz, me refiero a todos los problemas que este sí le traería en lo inmediato. Ella, casi una niña y prometida en matrimonio, se encuentra voluntariamente embarazada en medio de una sociedad que castiga esta afrenta con la lapidación. De hecho, José, el hombre con quién tenía compromiso de matrimonio, su Betulah, su señor, podía con todo derecho dado por la ley, acusarla de adulterio y ella y su Hijo morirían sin apelación apedreados, y, lo mejor que le podría suceder seria que su prometido le perdonase la vida, pero quedaría como una proscripta, como una mancha para su familia, y su Hijo sería señalado como el hijo de una “harufa” la violada.
Frente a este negro panorama, lo normal, lo que hubiera hecho una adolescente de su edad habría sido decir que no, pero María no lo hace. Tampoco dice un simple “Sí” como si fuese Ella, la que le estuviese haciendo el favor a Dios. No, Ella, la verdadera Pobre de Yahvé, sabe que Dios es el Único dueño de todo, Ella está conciente que no le da nada a Dios, porque dar, significa que uno, se cree dueño de algo. No, María, la Esclava de Señor, esta en completa disposición hacia Dios, Dios no tiene que pedirle nada, es su Dueño, un dueño al que adora, ama y en quien confía, por encima de su prometido, de su familia, de ella misma, no le importa lo que pueda venir, ni siquiera la hacen dudar sus miedos de niña recién hecha mujer. Se pone en sus manos, se abandona enteramente, lo deja que haga, que sea lo que Él quiera. Este nivel de entrega la hace exclamar: “He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra.” O sea, Dios, no tiene que pedirme permiso, estoy a su disposición.
Y la Esclava se convierte en Madre del salvador del mundo, su “Sí” que durará toda su vida, en la que habrá luces y sombras, traerá la salvación a todos.
Llamar a La virgen María salvadora en sentido absoluto sería una herejía, no tenemos más que un Salvador, ese es Jesucristo; salvador en primer lugar de María, pero es irrefutable que ese Salvador debe su existencia humana a María, si ella se hubiera negado, la encarnación no se hubiera producido, y no sabemos si Dios nos hubiese dado otra oportunidad, lo que si sabemos es que la salvación se dio de esta forma y en este tiempo gracias a Dios que lo planeo durante toda la eternidad, pero después gracias a la Virgen María que, sin pensar en ella misma, se donó a Dios y dijo sí.
Oremos:
Padre del cielo y la tierra, en esta hora en que mi corazón está atribulado, me abro a tu gracia y a tu salvación.
Dejo todo lo que de ti me aparta ante tu presencia y me abandono a tu voluntad como un día lo hizo María, madre de mi salvador.
Sólo tú sabes lo que mi ser y vida necesitan, por ello clamo que tomes mi vida y hagas con ella lo que tú creas que es mejor para mí y para mi salvación.
Señor, en esta hora te digo sí. Sí mi Señor, transfórmame. Sí, quiero que vengas a mi vida, Sí, quiero tu salvación y tu perdón, porque lejos de ti perdido estoy.
En el nombre de Jesús:
Gabriel A. Salgado P
Ministerio de Adoración y Alabanza "KAIROS"
Tiempodealabanza@gmail.com
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