Reflexiones de Fray Raniero Cantalamessa

Saludos Amigos y hermanos: Estamos contentos por que nuestro ministerio está siendo bendecido grandemente por nuestro Padre celestial con invitaciones y presentaciones a lo largo de nuestra patria. Así se cumple nuestro objetivo y anhelo de llevar la palabra del Señor a todo rincón por medio de nuestras canciones y de la palabra de Dios. Es por ello que te motivamos a comunicarte con nosotros si tienes pensado organizar en tu comunidad un encuentro de alabanza y oración. Pero, el motivo de esta nota es otro. Es comunicarles que desde ahora y en una serie de entregas, vamos a compartir la riqueza de algunas reflexiones de la palabra por boca de Fray Raniero Cantalamessa. El objetivo de estas reflexiones en nuestro espacio no es otro que de entregarles alimento espiritual que les fortalezca en su caminar. Nuetra primera entrega se titula: "El objetivo de los Mandamientos" que lo disfruten. Paz y Bien Gabriel Salgado El objetivo de los mandamientos Los mandamientos no son límite, sino clave para ser feliz El hombre moderno no comprende los mandamientos; los toma por prohibiciones arbitrarias de Dios, por límites puestos a su libertad. Pero los mandamientos de Dios son una manifestación de su amor y de su solicitud paterna por el hombre. «Cuida de practicar lo que te hará feliz» (Dt 6, 3; 30, 15 s): éste, y no otro, es el objetivo de los mandamientos. En algunos pasos peligrosos del sendero que lleva a la cumbre del Sinaí, donde los diez mandamientos fueron dados por Dios, para evitar que algún distraído o inexperto se salga del camino y se precipite al vacío, se han colocado señales de peligro, barandillas o se han creado barreras. El objetivo de los mandamientos no es diferente a eso. Los mandamientos se pueden comparar también a los diques o a una presa. Se sabe lo que ocurrió en los años cincuenta cuando el Po reventó los diques en Polesine, o lo que sucedió en 1963 cuando cayó la presa de Vajont y pueblos enteros quedaron sumergidos por la avalancha de agua y barro. Nosotros mismos vemos qué pasa en la sociedad cuando se pisotean sistemáticamente ciertos mandamientos, como el de no matar o no robar... Jesús resumió todos los mandamientos, es más, toda la Biblia, en un único mandamiento, el del amor a Dios y al prójimo. «De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas» (Mt 22, 40). Tenía razón San Agustín al decir: «Ama y haz lo que quieras». Porque si uno ama de verdad, todo lo que haga será para bien. Incluso si reprocha y corrige, será por amor, por el bien de otro. Pero los diez mandamientos hay que observarlos en conjunto; no se pueden observar cinco y violar los otros cinco, o incluso uno solo de ellos. Ciertos hombres de la mafia honran escrupulosamente a su padre y a su madre; pero se permitirían «desear la mujer del prójimo», y si un hijo suyo blasfemia le reprochan ásperamente, pero no matar, no mentir, no codiciar los bienes ajenos, son tema aparte. Deberíamos examinar nuestra vida para ver si también nosotros hacemos algo parecido, esto es, si observamos escrupulosamente algunos mandamientos y transgredimos alegremente otros, aunque no sean los mismos de los mafiosos. Desearía llamar la atención en particular sobre uno de los mandamientos que, en algunos ambientes, se transgrede con mayor frecuencia: «No tomarás el nombre de Dios en vano». «En vano» significa sin respeto, o peor, con desprecio, con ira, en resumen, blasfemando. En ciertas regiones hay gente que usa la blasfemia como una especie de intercalación en sus conversaciones, sin tener en absoluto en cuenta los sentimientos de quienes escuchan. Además muchos jóvenes, especialmente si están en compañía, blasfeman repetidamente con la evidente convicción de impresionar así a las chicas presentes. Pero un chaval que no tiene más que este medio para causar impresión en las chicas, quiere decir que está realmente mal. Se emplea mucha diligencia para convencer a un ser querido de que deje de fumar, diciendo que el tabaco perjudica la salud; ¿por qué no hacer lo mismo para convencerle de que deje de blasfemar?

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